El primer paso obvio para perder es poseer algo, pienso frente al monitor después de hilar y deshilar las ideas en torno a este verbo, también es no obtener e incluso lo contrario de ganar. Por lo tanto, perder podría tener una connotación negativa e incluso catastrófica en sí mismo, digo podría porque de alguna manera creo que desposeer tiene un optimismo muy genuino de alguna manera: pierdo las llaves, por ejemplo, la fe o el hilo de una conversación, pierdo un libro, un brazo o la palabra, pierdo el encendedor o el único cigarrillo en medio de la melancolía, la oportunidad de mudar de ciudad, pierdo una beca, un poema entre las redes sociales o un amigo muy cercano. En algún momento también perderé la vida, como única certidumbre, pero ganaré haber transitado este pequeño rincón del mundo con sus particularidades de mi vida.
Sin embargo, asumirse perdedor te convierte de alguien quejumbroso que enumera las ausencias a alguien que respira el abismo y está bien con ello: un ser nihilista que deja ir y existe, y está bien con ello, aquel que da media vuelta y comienza de nuevo porque –igual que la muerte− la otra certidumbre que hay en esta vida es que seguimos perdiendo.
Seguimos Perdiendo es una certeza, como ya dije, pero también es el comienzo de cero, es beber una cerveza compartida y celebrar el aquí y el ahora, gritar fuerte para recordar que poseemos aire, brincar de un lado a otro porque también existimos un cuerpo capaz de moverse de un espacio a otro –con la poca consciencia de que todavía no lo hemos perdido− y divertirnos porque tampoco hemos soltado de vez en cuando la carcajada.
El mundo del punk rock resiste y Seguimos Perdiendo se mantiene y evoluciona porque la música, la letra y la amistad se hizo para acompañarnos a lo largo de las distintas etapas de nuestra vida, porque no hay mejor manera de lidiar con la pérdida que con la sonrisa y el baile, porque no hay mejor manera de desprenderse que existiendo el momento, porque siempre es mejor decir adiós con el buen sabor de las experiencias que se compartieron, con las charlas al son del blues, los movimientos de melena, cadera y batacas imaginarias.
Seguimos Perdiendo nos recuerda que uno evoluciona, pero la esencia que llevamos como llamita en el interior permanece, aunque crezcamos, aunque nos disfracemos de adultos productivos, aunque la vida se nos escape enfrente de un monitor y detrás de un escritorio, a pesar de que nos perdamos a nosotros mismos por momentos menos fugaces que en nuestra juventud.
Porque Seguimos Perdiendo, pero esta vez –con la consciencia en nosotros− asentimos despreocupados porque sí, no sólo seguimos perdiendo, perderemos constantemente algo, pero en el inter ya ganamos con existir aquí, entre los compas, con nuestra familia y con aquellas pequeñas cosas que nos incendian esa llamita interna. Seguimos Perdiendo, claro, pero también seguimos divirtiéndonos mientras le tomamos a nuestra caguamita directamente de la botella.
No lo olviden, perder de alguna manera es tener, así que con una sonrisa abracemos nuestra botella, aventémonos al abismo –mientras dure− y agradezcamos que lo tuvimos. No lo olviden, juntos incendiamos la cultura [y aquella llamita interna que hace que valga la pena estar aquí, en el ahora].
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero