
DAVID CASTAÑEDA ÁLVAREZ
Cuando repaso en mis ratos libres la historia de la pintura, pienso que es posible hacer ciertas analogías de esta expresión con el lenguaje de la literatura y, sobre todo, de la poesía. La pintura occidental ha tenido rupturas y continuidades en momentos históricos determinantes que caracterizan su propio movimiento.
Pensemos, por ejemplo, el Barroco europeo, con su juego de vacíos, sombras, símbolos y emancipaciones de la forma (trampantojos). En aquel tiempo, la realidad emulaba el arte y viceversa. Podríamos denominar esta expresión como un arte figurativo que hacía frontera con los símbolos (excedentes de sentido) en un contexto predominantemente religioso. Su lenguaje no se desunía de las formas reconocibles, pese al sentido cifrado de los mensajes.
El siglo XX es interesante al respecto. El ánimo pesimista del mundo de ese entonces fue el germen de la fragmentación ontológica de los artistas. Y de la forma. El lenguaje figurativo transitó al no figurativo. Arte abstracto. Cubismo. Dadaísmo. Y muchos otros más ísmos. El caso que aquí me trae es el de Altazor, el poema de Vicente Huidobro.
Esta pieza es una muestra concreta de dicha transición. Como si el poeta (al igual que Picasso) se ejercitara, en un primer momento, en la norma, las reglas, las combinaciones del color, la estructura rígida, el retrato, etc., para luego romper todo, desgarrarlo en jirones de gramática y hacer una nueva composición a partir de los fragmentos acústicos y visuales.
Altazor se compone de siete cantos. En un intento de esbozo, el primero, habla de la metáfora de la caída (como la de Ícaro) hacia el mundo terrenal:
Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar los astros y los mares
El segundo, de la mujer y la belleza:
Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
El tercero, del rompimiento con el mundo de las realidades impuestas;
Romper las ligaduras de las venas
Los lazos de la respiración y las cadenas
De los ojos senderos de horizontes
Flor proyectada en cielos uniformes
El alma pavimentada de recuerdos
Como estrellas talladas en el viento
El cuarto, de la prisa por el cambio (síntoma del siglo XX):
No hay tiempo que perder
Ya viene la golondrina monotémpora
Trae un acento antípoda de lejanías que se acercan
Viene gondoleando la golondrina
Al horitaña de la montazonte
La violondrina y el goloncelo
Descolgada esta mañana de la lunala
Se acerca a todo galope
Ya viene viene la golondrina
Ya viene viene la golonfina
Ya viene la golontrina
Ya viene la goloncima
Viene la golonchina
El quinto canto habla del descubrimiento de un nuevo mundo (o del mismo, pero con ojos renovados) y su giro a través de los molinos:
Así eres molino de viento
Molino de asiento
Molino de asiento del viento
Que teje las noches y las mañanas
Que hila las nieblas de ultratumba
Molino de aspavientos y del viento en aspas
El paisaje se llena de tus locuras
El sexto es un balbuceo y los preliminares a la desintegración del lenguaje desde las profundidades marinas:
Alhaja apoteosis y molusco
Anudado
noche
nudo
El corazón
Esa entonces dirección
nudo temblando
Flexible corazón la apoteosis
Un dos tres
cuatro
lágrima
mi lámpara
y molusco
Y el séptimo, es música pura (o pintura abstracta); un canto para leer bailando:
Ai aia aia
ia ia ia aia ui
Tralalí
Lali lalá
Aruaru
urulario
Lalilá
Rimbibolam lam lam
Uiaya zollonario
lalilá
Monlutrella monluztrella
lalolú
Montresol y mandotrina
Ai ai
Altazor es un viaje en paracaídas y, al mismo tiempo, un viaje que va de las formas reconocibles a las abstractas. En el caso de Vicente Huidobro, el artista primero domina las estructuras clásicas y luego atraviesa con un aeroplano. Al menos los cuatro primeros cantos expresan el dominio del poeta en torno a los trucos poéticos, recursos del ritmo y de la rima para expresar este viaje del ser hacia una nueva era fragmentaria. Los tres que siguen, son la verdadera ruptura (con conocimiento de causa, como toda buena ruptura).
Pinceladas, borrones, estirones de color, de la música y de las letras. Por ello, Altazor es un clásico que los admiradores de la poesía no pueden dejar aparte. Es una clase magistral de cómo, para ser subversivo, primero debes (re)conocer la forma y la tradición; si no, todo queda en pequeñas rebeliones. Nos leemos después.
Vicente Huidobro. Fotografía extraída de redes sociales, autor desconocido.