
Soy Dahlia de la Cerda. Vivo, nací y crecí en Aguascalientes. Soy escritora y activista: como activista trabajo el tema de la interrupción del embarazo, del aborto; ayudo a morritas, señoras, a personas trans, sobre todo hombres trans y personas no binarias a que interrumpan su embarazo de forma segura en su casa. Como escritora, escribo narrativa y ensayo. Soy Karen de dos michis: Kathy y Bécquer; y de tres lomitos: Alucardo, Spooky y Katana.
El Mechero: ¿Nos podrías hablar un poco de la relación de tu activismo con tu literatura? ¿Qué tanta influencia hay? ¿Qué tanto se complementan, qué tanto se repudia una parte de tu vida con la otra?
Dahlia de la Cerda: Es una pregunta bien compleja y bien amplia porque inicialmente yo quería separar completamente la literatura del activismo. Yo tenía la idea de que quería que mi literatura fuera literatura en sí misma, sobre todo la narrativa. Quería que mi narrativa no tuviera nada que ver con mi activismo, que fueran textos narrativos de ficción, literarios, sin más pretensión que eso, pero poco a poco mi literatura se fue politizando, porque detrás de la escritora está la activista por convicciones. Es mi trabajo porque lo hago de una forma profesional, pero también lo hago obviamente por convicción porque podría trabajar en otra cosa, pero se ha ido complementando.
Yo no me había dado cuenta de qué tanto, cuando estuve escribiendo Perras de reserva, es bien difícil de explicar, pero yo no quería que mi literatura fuera panfletaria, no quería que, al leerla, fuera un panfleto, una extensión de mi discurso político como activista. Quería que los textos narrativos fueran textos narrativos, pero que sí obviamente reflejarán mis posturas políticas, que sí hablaran de temas que a mí me importan, tanto en el activismo como en mi vida personal, como los asesinatos de mujeres, los transfeminicidios, toda la transfobia y toda la violencia misógina que vivió una niña trans desde pequeña, como toda la violencia que hay en contextos periféricos, como las resistencias de las mujeres de las periferias, las mujeres en conflicto con la ley. Yo quería hablar de muchos temas, pero no quería hacerlo desde un lugar panfletario.
Quería así que separaran a la activista de la escritora porque tenía mucho miedo, [puesto que] en el ambiente literario actualmente hay este debate de que ahora ya toda la literatura es políticamente correcta, que hay una nueva hegemonía, que es hablar de temas de Derechos Humanos, que la literatura en sí misma ya pasó de moda y que ahora lo que se juzga es la calidad de vida del autor: si el autor es buena o mala persona y si su literatura habla o no de temas sociales. Yo sé, porque he leído mucha literatura de muchos tipos, que la literatura siempre ha hablado de temas sociales. No es ahora algo nuevo, no sé por qué ahora la gente se ataca tanto, se escandaliza tanto, pero tenía temor, como iba a debutar, que me fueran a encasillar como “la escritora panfletaria”, que mi trabajo como activista fuera a opacar el trabajo literario y no quería que eso pasara.
La realidad es que se complementan [ambos trabajos] todo el tiempo porque soy la misma persona y ahorita, mientras estoy aquí en mi trabajo como escritora, presentando mi libro, estoy acompañando abortos; o sea, no puedo deshacerme de ese activismo. Voy a llegar ahorita al hotel a llenar formatos para la procuración de fondos, cosas muy administrativas de mi trabajo como activista; llegando al hotel me voy a encerrar a llenar unos formatos que nos pidieron. Todo el tiempo está también nutriéndose.
Tengo un texto que habla sobre el aborto, un texto muy político que habla del trabajo que hago como acompañante, pero también de las mujeres que interrumpen su embarazo y cómo lo hacen. Y ahora ya me vale si dicen que mi literatura es panfletaria, que es muy política, que es políticamente correcta. Ya no tengo tanto miedo a eso, se lo perdí porque pues sí lo es y yo entendí ya, en el camino, que iba a ser sumamente complicado separar a la activista de la escritora porque soy las dos cosas al mismo tiempo, porque tengo posturas políticas, porque hablar de tus posturas políticas a la hora de que escribes un texto literario es algo normal, porque eres un ser humano con posturas políticas y no hablar también es una postura política. Casi todo, todo es político. Entonces, ya le perdí el miedo a eso y creo que es el complementan bastante bien.
Se me hace muy enternecedor que las chicas a las que acompaño me dicen, “pero ¿eres tú la escritora que me está acompañando?” Y yo “sí, pero ahorita no soy escritora, soy tu acompañante”. Me dicen “pero ¿no te puedes deshacer de eso?”, me preguntó una: “¿tú dejas de ser escritora?”, así como un disfraz que te quitas. Y sí soy, pero [le dije] “no quiero que me veas como ¡ay! La Escritora, sino como una amiga que te está tirando un paro”, pero sí me hizo reflexionar esa chica, que me dijo que estaba muy sorprendida de que una escritora la fuera a acompañar en su aborto, pero son cosas que hago de la mano de mi vida cotidiana.
EM: Originalmente Perras de reserva iba a ir de otro tema; iba a ser de Mambas Negras, sobre chicas encarceladas. ¿O me equivoco?
DDLC: Perras de reserva lo hice con tres proyectos literarios. El primero lo hice con una beca del PECDA Aguascalientes, que era para escribir sobre asesinatos de mujeres en México o muertes violentas de mujeres, que estuvieran atravesadas por el género. Cuando has tenido una beca del PECDA sabes que propones 15 cuentos, 10 cuentos, y terminas con que sirven cinco, porque los demás a lo mejor no te quedan como esperabas.
Entonces, cuando terminé la beca del PECDA sólo tenía cinco cuentos que funcionaban. Solicité FONCA para escribir precisamente “Mambas negras”, que era precisamente de mujeres privadas de su libertad y mujeres en conflicto con la ley que estuvieran privadas de su libertad, pero a la hora en que empecé a trabajar el proyecto con mi tutor, que se llama Hernán Lara Zavala, me dijo sobre las implicaciones éticas de que yo usara historias reales de mujeres encarceladas para hacer un libro que posiblemente fuera a publicarse; me dijo que eso a él no le parecía que fuera algo ético y me hizo reflexionar al respecto. Me dijo que mejor lo hiciera de mujeres en conflicto con la ley, pero que fuera completamente ficción, que sí podían nutrirme de la realidad, como toda la literatura, pero que no fuera a la cárcel en plan de que “¡ay!, voy a darle voz a las que no tienen voz”, de salvadora blanca; meterme en las cárceles a usar las historias de mujeres que están ahí encarceladas y luego yo salir y vender un libro.
[Sin embargo] ese nunca había sido mi plan, en el proyecto estaba [estipulado] que todo el dinero que me iban a dar en el FONCA se iba a invertir precisamente en las mujeres que estuvieran dispuestas a participar del proyecto; el dinero lo iba a usar para cosas que ellas necesitan, como toallas sanitarias, jabón de baño, dinero para comprarse una Coca-Cola, cosas que nosotros, nosotras, nosotres, luego no tenemos en cuenta, los cigarros, que se los dan carísimos, no manches, un cigarros en 50 varos. Tengo una persona cercana que está privada de su libertad y le depositamos 500 varos a la semana, no le duran nada porque todo paga: pagó por una cama, paga porque la dejen que se bañe con agua caliente, le duran nada.
El proyecto era eso, pero también hubo la complicación de que no conseguimos los permisos para que me dejaran entrar a las cárceles a entrevistar a las mujeres, hubo muchas complicaciones. Entonces decidí hacerlo basándome en algunas mujeres que andan por ahí, que están en conflicto con la ley, hacer como personajes representantes del colectivo y que todo fuera ficción. Todo lo de Perras de reserva es ficción; podría ser real porque es México, pero en realidad es ficción.
Ya en Perras de reserva, otro proyecto del FONCA, era para hablar de experiencias de mujeres que están en las periferias de todo, tanto de la feminidad como de las ciudades, de la salud mental, la salud física. Al final, tenía como 15 cuentos y decidí usarlos todos, agarrar los que más me gustaban y entrelazarlos para tener un solo libro, en vez de tener tres libros, dos, hacerlo uno solo, entrelazar las historias, y ahí tenemos Perras de reserva.
EM: ¿Cuál es la diferencia que encuentras entre escribir el primer libro y el último y la diferencia en los procesos entre ambos?
DDLC: En Perras de reserva estaba muy clavada en que el texto no fuera panfletario, era lo que yo tenía en la mente. Yo no quiero un texto panfletario, no quiero que sea adoctrinador, no quiero que diga que es un libro feminista o es un libro que quiere moralizar a las personas o adoctrinar a las personas. Yo quería que fuera narrativa simple que sí visibilizara inquietudes que yo tenía, pero no que lo asociaran a mi activismo, y Desde los zulos ya estaba mucho más libre. Ya me sentía más libre de hablar abiertamente desde mi lugar como activista, desde cómo es ser activista en México, todos los riesgos que tienes.
Tenía ya esa inquietud desde hace mucho tiempo, hablar de las amenazas que vives como activista, la precarización, la competencia por los recursos, la trama de competencia que hay entre colectivas feministas, pero también de cómo se ponen un montón el pie y se sabotean las iniciativas porque la otra te cae mal. Ahorita hay colectivas feministas que están en contra de que se apruebe en algunos congresos la despenalización del aborto porque dice personas gestantes, mujeres y personas con capacidad de gestar, dicen que prefieren que no se apruebe el aborto, a que digan personas con capacidad de gestar.
Quiero hablar de todo esto, que mucha gente no ve, pero que está ahí: todo el racismo que hay dentro del feminismo, el clasismo, como a Perras de reserva le estaba yendo bien ya me sentía más empoderada para poder hablar abiertamente de activismo sin que se me fuera a estigmatizar. Estoy consciente de que ese era un tema mío, por temor a que las élites literarias me fueran a catalogar como que ¡ay, el libro panfletario, el libro políticamente correcto! Que de todas formas lo están haciendo, pero ya no me importa lo que piensen, por mí que coman mierda, la verdad.
EM: ¿Crees que la literatura te ha servido a catapultar Morras Help Morras?
DDLC: Más bien siento que Morras Help Morras me ayudó a catapultar [mi literatura] porque mucha gente me conocía por el trabajo de Morras Help Morras, creo que le debo más que lo que la literatura le haya dado a tener más visibilidad al trabajo que hacemos. A mí la gente me conocía por Morras Help Morras; tenía como entre 7,000 y 8,000 seguidores en Twitter. Ahorita tengo veintitantos mil por Perras de reserva, pero mucha gente me conocía gracias a Morras Help Morras, por eso les iba apostando un montón.
Morras Help Morras sigue siendo una de mis prioridades, porque además tengo compañeras que es su ingreso principal, entonces yo me encargo de la procuración de fondos, para mí procurar fondos para que ellas tengan estabilidad económica y emocional es parte no solamente de mis posturas políticas, sino de cuidado. Por ejemplo, voy a llegar a hacer [los trámites] de la procuración de fondos, porque a ellas les da miedo que nos quedemos sin recursos. A mí ya no me importa tanto porque, como quiera, de la literatura ahí poco a poquito sale y lo complemento con mi trabajo en el periódico, pero ellas, si nos quedamos sin recursos, se quedan sin nada. Estoy muy agradecida con Morras Help Morras y, creo, Perras de reserva le debe mucho también.
EM: ¿Qué sigue para Dahlia en el camino literario?
DDLC: Voy a sacar un libro de cuentos, espero. Todavía me falta escribirlo porque —como dije— lo estoy escribiendo en mi mente. Me falta escribirlo en papel y ya una vez teniéndolo en papel me parece que lo que voy a mandar a Páginas de Espuma, al premio que tienen, como para probar suerte, pero también para ponerle un límite, porque luego, si no tengo una fecha límite de entrega, no lo voy a hacer. Si no pega con Páginas de Espuma, negociaría con Sexto Piso. Me siento cómoda en Sexto Piso porque, aunque tienen reconocimiento, son independientes, siguen siendo independientes, lanzan a alguien y tiene mucho éxito y luego vienen como buitres editoriales más grandes a querer robarse [a los autores], de que te ofrecen las perlas de la virgen, pero tengo amigas que han trabajado con Penguin Random House, pero a mí no me van a ver la cara de estúpida porque ya sé cómo son sus contratos de abusivos y prefiero quedarme con Sexto Piso, que es una editorial que, aunque no es enorme y no tiene la proyección que tiene Penguin, tiene unos contratos mucho menos abusivos que los que tienen otras editoriales. Entonces, mi idea es mandar al premio de Páginas de Espuma y si no, buscar la publicación con la editorial que ya tengo.