Daniela Albarrán
A Fa
En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Murakami, un gato aparece al inicio de la novela cuando Kumiko, la esposa de Toru, le solicita el divorcio. Antes de partir nota que el gato se ha ido y, a pesar de los esfuerzos de él, no logra encontrarlo. Muchos meses después el gato regresa por sí solo. Dado el simbolismo de la novela, me gusta pensar que el gato se ausenta y regresa por una razón que sólo Toru comprende.
Y es que me gusta pensar que cuando los gatos se van o vienen es por una razón específica, por ejemplo, el día que encontré a Fausto, mi gatito, que en el momento en que escribo esto está en calidad de desaparecido, fue un sábado. Él estaba debajo de un camión de Sabritas, la gente pasaba y lo miraba e intentaba jugar con él porque, aunque estaba un poco sucio y flaquillo, se veía muy bonito. Cuando yo lo vi y le dije “ven gatito”, él inmediatamente salió de donde estaba y se vino conmigo. Lo agarré sin pensar mucho en las consecuencias, yo ya tenía un gato, Maquiavelo, y no estaba en mis planes ni posibilidades tener otro gato, pero aun así lo acepté en mi casa y él me aceptó en su vida.
Poco tiempo después, Maqui enfermó de cáncer y lo tuvimos que dormir, fue una temporada muy difícil para mí, pero de cierta forma sentía que Faustito me ayudaba a sobrellevar el dolor; me tenía que hacer cargo de él, jugar con él y cuidarlo; después pensé que Fa había llegado a mi vida con el fin de ayudarme a transicionar el dolor que sentía por la partida de Maqui. Me refiero a que su llegada a mi vida tuvo un propósito en específico, porque, quizá si él no hubiese llegado, hubiera pasado mucho tiempo para decidirme a tener otro gatito.
Y escribo esto porque Fa lleva algunos días desaparecido, no sé si lo volveré a ver, no sé dónde ni cómo está; si tiene hambre, miedo o frío o si es que sigue en este plano terrenal. Lo que sí sé es que quiero que todo el mundo sepa lo increíble gato que era. Que era hermoso, tenía el pelaje más suave, esponjado y que, cuando salía al sol, parecía que alrededor de sus pelitos había un aura que lo hacía ver iluminado.
También que era el gato más listo que he conocido, sabía abrir puertas, abría el refrigerador de la casa de mi mamá, que hasta tuvimos que ponerle un seguro para que no lo hiciera. Y sí, le encantaba estar afuera, aunque sé que disfrutaba estar adentro de la casa, con mi mamá y conmigo, sé que también disfrutaba su libertad de gato, y saltar en los techos, por eso era tan ágil y veloz.
Todas las mañanas mi mamá le abría la puerta a las seis de la mañana para que entrara a desayunar, e inmediatamente se metía a mi cama y ahí nos quedábamos abrazados hasta que yo me levantaba para ir a trabajar, él se quedaba ahí, echadito en mi cama, dormido calentito.
Después nos mudamos, y a Fa le costó mucho trabajo adaptarse a su nuevo hogar, extrañaba salir a la calle, ahora tenía que usar arenero, y sé que eso nunca le gustó. Pero también poco a poco se fue adaptando, empezó a amar a su papá y jugar con su hermanito Demi. Y ahora, de pronto ya no está. Y aunque trato de entender por qué se fue, aún no lo logro.
Fa, sé que nunca vas a poder leer esto, y quizá nunca te vuelva a ver, pero donde sea que estés ojalá que nunca se te olvide que aquí siempre te vamos a amar y esperar, que lamento mucho que ese día que te fuiste no me haya levantado en la madrugada para ir por ti, y que espero que estés bien, que te hayas ido a otra dimensión del metaverso, con una yo que te necesite más que esta yo en este momento. Ojalá qué estemos juntos, aunque sea en otra dimensión, y quiero que sepas que aquí siempre va a estar abierta la reja, por si decides un día regresar.