Escribir por un lado es sentarte y tener un diálogo con uno mismo, las voces narrativas muchas veces son un reflejo de lo que tenemos que decirle al mundo, otras se convierte en lo que tenemos que escuchar y no queremos. Escribir es sentarte y asumirte solo, ser espectador de lo que hay afuera y lo que hay adentro, y –con el paso del tiempo- el poeta es capaz de ver hacia atrás para saber que los procesos fueron cerrados, que los poetas pueden tener pocas palabras o muchas, temporadas de aridez y épocas de cantos desbordantes.
Sin embargo, también la escritura tiene su propia cadencia, a veces el hilito de la idea fluye natural y otras se estanca durante años hasta que fermenta y luego germina, la idea de que al escribir también hay un desarrollo de la no escritura, no como la conocemos, el bloqueo del escritor, sino como el brote que se pone al sol y se le echa agua cuidando que crezca sano.
Ángel Vargas nos invita a conocer su más reciente poemario Nada de cruces y nos explica su proceso de no escritura y escritura; además, con motivo de su participación en el Festival Cultural de la Diversidad Sexual 2023, nos habla de alzar la voz poética para visibilizar la violencia que se ejerce en contra de la comunidad. Ángel se viste con zapatos y un rostro distintos, se transfigura a través de las palabras –que se maceraron durante varios años- y abre la puerta con la poesía como arma contra la violencia que crece desde abajo, en las familias, en los contextos, en los entornos.
No es fácil tomar la decisión de sentarte y convertirte en voz, no es fácil mudar sin invadir, tampoco convertirte y verte otro, con el rostro mutado, con las cicatrices floreciendo asumiendo el arte desde una posición distinta, siempre cambiante.
Y porque puede ser pesado o liviano, estático o movimiento, y nos damos cuenta de que la vida está en otra parte, Ezequiel Carlos Campos le escribe a nuestro querido Milan Kundera, como un homenaje a manera de agradecimiento por desbordarnos cuando jóvenes lectores, por inmiscuirse en nuestras vidas a través de la vida misma, porque ahora hacia atrás, como Ezequiel, veo a esta joven lectora amando a través de las palabras mismas, de la imagen, resolviendo la temprana juventud, pero siempre con aliados como Kundera.
La muerte acecha cada día, ya me dijo un amigo “la gente muere todos los días” y es ese estoico modo de afrontar el trance que nos caracteriza como mexicanos, colgar los tenis, vestir de fiesta a la muerte, personificarla, convertirla en una mexicana más, Catrina, Señora, la Santa, personaje principal del arte, principalmente recordada por los grabados de nuestro vecino hidrocálido. De esto y más nos comparte Rafael Aragón Dueñas en La realidad del lenguaje en el concepto e imagen de La Muerte.
Y del ir y regresar, les presentamos el cuento “La noche de Lázaro” de Alejandra R. Montelongo, quien contundente nos deja más dudas que certeza y con esa agudeza que caracteriza a nuestros invitados poetas, en esta ocasión les presentamos al incisivo Walter Palacios, que nos deja con el ojo clavado en un pared y el hueco en el estómago que se genera tras la exactitud de la no importancia: Y que por mucho que los entierre/Mañana no serán flor/Ni padres ni ayeres/serán raíces sin tierra.
Luego de este mal presagio retomemos un poco atrás, cuando declaramos la importancia de los autores que nos acompañan y que son maestros, guía y gurú porque Marifer Martínez Quintanilla nos narra su historia personal con Tabucchi con “La palabra es una ventana a la cual me asomo”.
Y porque asomarnos al mundo de la ciencia se ha vuelto ya una tradición en este suplemento, les dejamos la esperada colaboración de Perla Rosales Medina acerca del “Litio: ¿el nuevo petróleo de nuestra era tecnológica?”
Y para cerrar las páginas virtuales de este número, les dejamos la bella propuesta de MoRada, quien nos regala cuatro ilustraciones que cierran el círculo de este número perfectamente porque también –a su modo- nos relaciona con la muerte, con el crecer, convertirnos en flor que besa otra flor, asumirse desde otro lugar y, ¿por qué no?, disfrutar la vida que está aquí para luego trasladarnos a la que está en otra parte.
¡No lo olviden! Juntos, incendiamos la cultura.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero