Desaparecer
Parcialmente herido, costa de sangre mi pecho, ¿Lanza y vinagre?
Lo han hecho, corsarios contrarios, cantos demoníacos,
y bajo el arco los reyes colgados.
Rebelde granuja soy, ¡¿cuánto más hemos de beber?¡
Las penas son varias y el alcohol no tanto,
y quizá no sea mi deber…
Pero aún así estamos esperanzados,
en que tal licor ingrato opaque el trato,
con aquel de rostro blanco…
Que viene y va con la marea,
que viene y da a sus albaceas,
el oro decorado con sangre seca.
¡¿Cuánto más?¡ Cuánto más…
De esta vida de loco estoy harto: hurto, burla, asesinato…
Anonimato, pues ya ni Dios me reconoce…
No soy yo, ya no hay goce,
mi alma calma clama por algo que no se produce.
Que me cuelguen. Que me cuelguen,
que mis restos se oculten, por mi no se enluten,
ni clemencia ni ciencia, ni oración ni sentencia.
Declaración de guerra
Hoy me declaro hombre, no poeta…
Esta castaña puerta me separa del mundo,
y del hurto, y del amargo dolor, de la bestial rabieta, del abuso,
de la apuesta del injusto, del dedo que señala y grita,
de la voz que no recita contra la autoridad opresiva;
Esta puerta me separa de un mundo hostil,
de un burgo con sangriento mástil…
Y hoy, declarado hombre, me declaro enemigo…
Porque el único hombre que no los tiene, es el que no ha peleado por nada justo,
el que sin valor se remueve y no se para de frente contra el obtuso,
el que no declara con firmeza cuando el débil es apresado por fauces de falsa grandeza.
El hombre que no tiene enemigos no tiene una causa justa que defender,
y hoy declaro guerra.
Aquí me paro, mi espada serán mis manos,
mi escudo, mis antebrazos, y que corra la sangre a donde tenga que correr,
la suerte no anda por estos lados.
Plaga I
A ti, enfermo de obsesión ahora maldigo.
Tú, qué sórdido clamor aclamas,
y mandas a las llamas toda letra que no te avala.
A ti, esta maldición, este dolor y esta plaga.
A ti mi sombría letra, veneno que resuena y que la carne infecta:
Mártires de la lengua que quieren mutilarnos el lenguaje,
para andar como ellos: en muñones, limitados y sin brebaje…
Ningún cerdo puede ver el cielo.
Ningún clero puede darme el cielo.
Si con la palabra taladro le mente del arado.
Si con la balada les abro la sien y ahí les clavo, semilla, espina, espiral…
Anda cerdo, chilla, que arda la cruz y que se levante la guerrilla,
asómate a esta pesadilla y dime, si no has deseado:
solo se sufre lo que se desea y no se tiene, anda,
siéntate al lado de este imberbe, que verás pronto y aunque tiembles,
el pacto será oportuno, prepárate, es la muerte lo que viene.
Esgrima 1
Soy demasiado pero escaso,
abarcar una descripción me cansa.
Trazar una línea cronológica que sea digna de alabanza es,
en virtud de la modestia, una molestia que a pocos alcanza.
¿Qué feroces fauces me devoran cuando sueño?
¿Qué figura incierta traza mi sombra cuando el sol mi pobre rostro ataca?
Ítaca, ¿Te llegan mis palabras?
¿Quién entre ustedes logrará responder,
cuando mi mente en demencia se alce?
¿Quien escucha estas pesadillas,
que solo me atrevo a pronunciar entre murmullos?
¿Qué esperabas romano? ¿Rima? ¿Canción?
Si supieras tú que mi oración, misma que practica esgrima,
tácita inversión divina que desciende hacia la hueste y a los ángeles aniquila,
cercena con serrucho sus alas bebiendo vino mientras la sangre avanza.
Esta lengua con filo aclara que busca guerra sin tregua ni calma y a mí,
humano simplemente, no me queda más que guardarla, o cortarla o quemarla:
pasa que por las noches me habla.
Y soy, sin embargo, dolorosamente humano,
como mi muerte seré cierto, hijo y víctima de un Dios inepto,
rareza de la naturaleza, canto en la garganta de un enfermo.
Apenas con el honor de no ser yo, sino de haber sido, en mi primera muerte,
otro.
¿Quién condena?
¿Quién me quita qué?
Si todo lo que ha sido mío conmigo permanece,
vendrán idiotas a reclamar lo que les apetece…
Lean dos veces.
¿Quién me exige qué?
Si todo lo que he tenido que dar desde dentro se ha expulsado,
ni suerte tirada, ni cartas macabras, ni dados.
¿Suerte? ¿Qué suerte?
¿Por la que me he preparado y,
cuando la oportunidad se presta, aprovechado?
Pobres de aquellos que en mis actos ven casualidades,
mentes que prefieren, en un capricho infantil,
pensar que algo se me ha regalado.
No entienden del trabajo y las causalidades.
No entienden de sacrificios y cosas inmateriales.
¿Debo? ¿Qué debo?
Si con mi karma se cobra el diablo,
si con mi calma se apaga el ardor,
si con mi prosa que ruge se rigen salvajes,
que domados alzan condados.
¿Cuáles dados?
Ni juego, ni azar, ni juez, ni juglar, ni…
Nada, ¿Quien me condena?
Seguro uno que ya está condenado.