Todo tronco en reposo echa raíz sobre la tierra
La Máquina que sólo corre
ocho vueltas al ocaso
se apodera de cerezos y perales
A mi lado —no
debiéramos crecer juntos
una cactácea
echa humo del hocico
Le pregunto la hora
cuento el cambio
con las palmas deshojadas
A lo lejos
rara vez
los fantasmas de las tuercas
Tienen que estar
los relojes aguzados
van a destiempo
En este pueblo
no hay de otra
son pocos los segundos
para cortarse las raíces
plantarse en otro lado
y rezar que no venga el vector
sus aires taladores
o su cara de maleza.
Mejor evitar la quietud
Bájate, córrele. Los calcetines rasgados porque así nos alcanzó. Este infierno lo pisamos de puntitas. Eso nos pasa por pobres, dice Edmundo. La Máquina terca, terca. Finalmente ruge y avanza y podemos volver a montarla. No hay como domar una Máquina entre amigos para refrescar tantito los porqués: queremos levantar las faldas a Dios, merecemos que su ocaso nos bautice.
A esto me refiero con bala perdida
Cae con tanta suerte, alquímica
una gota de lluvia
directo al ojo, voz de piedra
Las balas no hablan, dijeron
al recogerla. Nunca lo creí
las balas presumen
cuánto tino, hay que escucharlas
más de cerca. Recuerdo
el dicho: hacia adelante
sólo las balas
Impactan con más gracia
los cuerpos al concreto
Un día vi a un muchacho
hablando por los sesos
Si esa bala presumiera
frente a otras, diría
«ya vieron, ya vieron
yo solita»
Y no podemos confiar
en el pronóstico del clima
Cuando el sol dejó de estar de nuestro lado
las nubes se abrieron la bragueta y
eyacularon millones de manzanas
Dijeron toque de queda porque los granizos
verdes y rojos son flechas más letales
El primer día murieron miles, recordamos
que grandes revoluciones comenzaron con
menos, así que acorazados de pancartas
políticas por la alameda en pleno otoño
llenamos bolsas del mandado
con este nuevo símbolo
Los del frente las hicieron proyectiles
a veces alimento a la vigilia del palacio
la rebelión usó Bellas Artes de cuartel
e izó una bandera tricoloreada
encarando a Newton como escudo
Sitiado por tres meses
el presidente que alguna vez
la proclamó su fruta favorita
ni un solo día ha parado la lengua.
Sólo queda imaginar
Una hormiga, por ejemplo, no puede comer un elefante.
Es imposible.
«Canciones del segundo piso»
Dir. Roy Andersson
Imagine por favor
un sinfín de viñetas
las viejas mascando chicle
frente a la dura grilla
la pareja alimentando ratas
a las fauces del senado
el joven mártir vendiendo fuego
incrustado en el Ajusco
Imagine por favor
la siguiente imagen
la niña recibe una beca
el presidente la empuja del risco
su público aplaude, creyendo
que todo es un ritual presidencial
Imagine por favor
así lo quiso Newton
los rascacielos huyen
pisando a los obreros
el burócrata sobrecarga
el ruido del país en su maleta
y un reciclaje de Cristos
en pleno San Juan de Aragón
Imagine por favor
si puede tararear
las Canciones del segundo piso
cuando el Periférico se detenga
o trate de ignorar
al indígena, a cuadro
revelado, en sombra
preguntando si se ha visto
a su hermana perdida de Cholula
Imagine por favor
si no es mucha molestia
desafían la gravedad
las madres buscadoras
no pueden ser amadas
porque nunca se sientan
Imagine por favor
y siga imaginando
se repite a contrapunto
la fila desahuciada
que azota siempre al de adelante
y al fondo el viejo lagrimal
que levanta la pancarta, pidiendo
imagine por favor
porque yo ya no puedo.