Un taller también es una hoguera: lugar predispuesto para jugar a ser Dios y crear desde la materia prima un cisne, el tiempo o una moneda. Un artista se asemeja entonces a un semidios que recrea, modela y descubre, debajo de cada cincelazo, de cada arruga en las piedras, una forma nueva que llama a brotar al mundo. Un artista, por tanto, es un amante, pues sólo aquel que ama con la paciencia y ve más allá de lo evidente es capaz de encontrar la paz en la perfección de lo anhelado, ver más allá, donde nadie ve la belleza en un pedazo de piedra, donde los metales dicen ser formas y movimiento.
En esta ocasión nos honra con su presencia en El Mechero Rubén Rivera Sánchez, quien además de artista es gestor y promotor de la cultura, un semidios que se atrevió a crear el tiempo y de sus manos salieron criaturas y metáforas, la poesía de la escultura. Sin embargo, la peculiaridad de Rivera no sólo se encuentra en su obra –que ya de por sí es impresionante-, sino que también sobresale su amor por el arte y su resistencia como gestor a favor de un bien social. Para muestra un botón: en nuestras páginas puede deleitarse con las propias palabras del artista y una degustación de su obra como postre.
Además, tenemos el placer de contar con la profundidad de la poesía de Elisa Díaz Castelo, sin miedo, contundente, con la mirada firme y penetrante que nos muestra los agujeros negros que están en un mundo cotidiano y que a la vez parecen tan extraños como la unicidad de un pensamiento interno porque “sólo aquellas cosas que repiten una y otra vez su propia destrucción permanecen”.
Permanecer y resistir se transfiguran en lo innombrable en el cuento de Tania Mares, quien nos coloca en el foco una puerta en la que el amor toma la forma de la inocencia y la determinación de que “una amistad profunda” es un velo para no llamar lo que existe: el amor entre dos mujeres que apenas y son niñas.
De igual manera, tenemos una ventana a Enrabiados de Jorge Volpi, en la pluma de Gibrán Alvarado, quien nos toma de la mano para mostrarnos un pedacito del mundo actual y de lo incendiario que puede ser el “insaciable enojo colectivo”. Esta invitación nace de una pasión desbordada, de un seguimiento y un cuidado que no siempre se encuentran entre los lectores, por lo que yo también, amable lector, le invito a sentarse junto a nosotros en esta amena charla.
En la resistencia de estar aquí, pese a las adversidades y la corriente en contra, con el mechero en la mano Ezequiel Carlos Campos nos abre la cortina de la cueva y nos regala la reflexión acerca de la relación de la vida, la realidad y la ficción, la representación del mundo a través de las palabras, las sensaciones y los recuerdos, con el calorcito de una llama que es constante.
Y si de incendios hablamos no se puede perder la reseña de Alberto Avendaño sobre El sueño de Visnú de David Meza, en palabras de nuestro querido mechero “este poema bien podría estar escrito en la lengua de dios”. Asómese al pozo, lance una moneda y luego una cerilla, desde acá nosotros le susurramos el arte de amar y resistir.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero