Foto: Penguin Random House
LUCIANA LOERA
En el Foyer del Teatro Calderón, un murmullo vibrante se entrelazó con el aire, creando un susurro de expectativa que anticipó las palabras de Dolores Reyes. La escritora argentina, faro de voces silenciadas, se alzó ante un público que mantenía los ojos abiertos, ansioso por explorar las profundidades de su obra. Este 20 de septiembre, las Segundas Jornadas Interdisciplinarias: Literatura y cultura en el siglo XXI se convirtieron en un refugio para quienes buscaban entender el pulso de la realidad a través de la literatura.
Reyes presentó su esperada obra, Miseria, una continuación que no sólo narró, sino que entrelazó el misticismo con las duras realidades que enfrentan las mujeres jóvenes en un mundo marcado por la violencia. En Cometierra, la primera entrega, las páginas resuenan con la angustia de una adolescente que, a través de la boca y la conexión con lo ancestral, encuentra formas de enfrentar sus miedos. La protagonista, que tragó tierra en su infancia, vislumbró el horror de un hogar marcado por la violencia, y su búsqueda de identidad y pertenencia se convirtió en un reflejo de las luchas cotidianas de muchas jóvenes atrapadas en circunstancias opresivas.
La narrativa de Reyes se despliega en un entorno donde la violencia, el desamparo y la injusticia son cotidianos. A través de Cometierra, el lector siente el peso de un don que no es sólo una bendición, sino una carga. Cada visión que atraviesa su mente es un eco del sufrimiento colectivo, una invitación a descubrir las verdades ocultas detrás de cada desaparición. La autora convierte su dolor en un camino hacia la resistencia, una forma de alzar la voz ante las injusticias que marcan su vida.
A medida que la historia avanza, la conexión de Cometierra con lo ancestral y lo místico se convierte en un refugio, un hilo que la une a un pasado que aún resuena en su presente. En esta búsqueda, Reyes explora temas como la colectividad, la amistad, la violencia de género y la problemática de las desapariciones, sobre todo las de mujeres jóvenes, planteando una crítica social profunda que resuena en la realidad latinoamericana. En Miseria el viaje se intensifica, se abren las voces: Cometierra ha dejado de ser adolescente, pero comparte la voz con su cuñada, quien no sólo es adolescente, sino que además se enfrenta a la maternidad.
Moderada por la comprometida Marcela Gándara, la charla fluyó como un río de ideas que entrelazó lo social con lo literario. Reyes compartió cómo sus personajes fueron ecos de una crisis que se sentía en cada rincón de Latinoamérica, un grito que demandaba atención. La literatura se transformó en un espejo donde los miedos y deseos se reflejaron, mostrando la lucha constante por encontrar identidad en un entorno hostil. En Cometierra la magia de la alimentación se convierte en un acto de resistencia; cada bocado, un ritual que conecta a la protagonista con su comunidad y sus raíces.
Las jóvenes universitarias Abril Barragán y Rosalba Anahí aportaron sus voces frescas, leyendo fragmentos de ambas novelas. Sus palabras vibraron en el aire, resaltando la solidaridad femenina y la resiliencia ante la violencia estructural que enfrentan las mujeres en su entorno. «Acá desaparece gente todo el tiempo», repite Miseria, recordándole a Cometierra la urgencia de su lucha. La conexión que establecieron con el público fue palpable; cada lectura fue una invitación a la introspección, un recordatorio de que las historias de mujeres poderosas son también historias de lucha y esperanza.
En Miseria, la angustia se vuelve más palpable, mostrando cómo la opresión puede manifestarse en formas devastadoras, tanto físicas como emocionales. La llegada de un bebé y un augurio de muerte fuerzan a Cometierra a revisar su juramento de no volver a probar tierra. Así, su viaje se convierte en un acto de desafío y valentía, donde la amistad y la solidaridad se erigen como pilares en su búsqueda de la verdad.
El conversatorio se convirtió en un espacio de diálogo donde los asistentes compartieron inquietudes, preguntas que fluyeron como un manantial de curiosidad. Cada intervención fue un hilo que tejió una red de pensamientos, uniendo las experiencias de quienes buscaban comprender la realidad a través de la ficción.
Reyes respondió con sinceridad, desnudando su proceso creativo y las motivaciones que dieron vida a sus personajes. Al hablar de Cometierra, mencionó cómo la conexión con lo ancestral se convierte en un refugio, mientras que en Miseria, la lucha es más tangible y urgente, un testimonio de las crisis que desgarra el tejido social.
La presentación de Miseria trascendió el ámbito literario, convirtiéndose en un acto de celebración de la palabra como herramienta de cambio, o al menos de visibilización. En un contexto donde las problemáticas sociales se alzaban con urgencia, la obra de Reyes emergió como un faro que iluminó las sombras, dando voz a quienes habían sido olvidados. Su compromiso con la verdad resonó, recordando a todos que la literatura puede ser un vehículo para la justicia, un medio para visibilizar las luchas de las mujeres desaparecidas y las víctimas de violencia.
Los relatos de Reyes se alimentan de la realidad que observa, una realidad que a menudo se siente pesada y angustiante, pero que también está llena de resiliencia y esperanza. En Cometierra, el acto de comer se transforma en un ritual, un modo de conectar con el mundo, mientras que en Miseria, la protagonista debe encontrar su propia voz en medio del caos, pero siempre con un rostro optimista. Los personajes no son meras víctimas; son guerreras que enfrentan la adversidad con valentía. La manera en que Reyes captura sus experiencias permite que el lector sienta, viva y respire las mismas tensiones y esperanzas que habitan en ellas.
El evento culminó en una atmósfera de esperanza y reflexión. La obra de Dolores Reyes no sólo desafía a la sociedad, sino que también invita a soñar con un futuro donde cada voz sea escuchada. En el diálogo entre lo místico y lo real, la autora se convirtió en un símbolo de resistencia, un eco de las luchas que perduran en el tiempo. Así, en cada página de Miseria, se encuentra un llamado a la acción, una invitación a no permanecer indiferentes ante el dolor ajeno, pese a los peligros y los miedos, un recordatorio de que la palabra escrita puede transformar realidades y crear puentes entre diferentes mundos.
El conversatorio también hizo hincapié en el poder de la literatura para generar empatía y comprensión. Reyes y Gándara discutieron acerca de cómo las historias pueden visibilizar problemas que a menudo quedan relegados al silencio. Las preguntas del público reflejaron una búsqueda de conexión y comprensión, mostrando el deseo de profundizar en los temas que Reyes aborda con tanto cuidado. Este intercambio de ideas reafirmó el valor de las Jornadas como un espacio de diálogo enriquecedor entre la literatura y la sociedad, donde la palabra escrita sigue siendo un vehículo poderoso para el cambio.
En la noche del Teatro Calderón, la presentación se convirtió en un viaje literario, donde la palabra se entrelaza con la vida, donde cada historia cuenta, donde cada voz tiene el poder de cambiar el mundo. La obra de Reyes, resonante y profunda, invitó a todos a alzar la voz en favor de la justicia, a unirse a la lucha por un futuro donde la esperanza floreciera en cada rincón.
La experiencia vivida durante el conversatorio reafirmó que la literatura tiene la capacidad de mover corazones y mentes, de unir a las personas en torno a causas comunes. En este sentido, la obra de Dolores Reyes se convierte en una brújula que guía a sus lectores a través de los laberintos de la violencia y la opresión, mientras ofrece destellos de luz y esperanza en medio de la oscuridad. Con cada palabra, con cada historia, Reyes invita a todos a ser parte de una narrativa más amplia, donde el dolor se convierte en fuerza y la lucha en una posibilidad de transformación.
Miseria se establece como un canto a la vida, un homenaje a quienes, a pesar de las circunstancias, eligen luchar, alzar la voz y disfrutar de la vida. En el eco de sus palabras, la autora deja una huella indeleble, un recordatorio de que, aunque la lucha sea dura, nunca se debe perder la esperanza. La obra de Reyes no es sólo un reflejo de la realidad, sino un testimonio de la resistencia y la fuerza de las mujeres que desafían las normas impuestas por la sociedad.
La noche culminó con un reconocimiento, no sólo a la autora, sino a todas las voces que, en su lucha por la verdad y la justicia, continúan resonando con fuerza en el vasto panorama de la literatura contemporánea. La magia de las palabras de Reyes quedó grabada como un recordatorio de que la narrativa puede ser tanto un refugio como un arma en la búsqueda de justicia.