ÓSCAR ÉDGAR LÓPEZ
La forma es una abstracción del tiempo y del espacio y, aunque nos esforcemos por imaginar lo amorfo, nuestra mente terminará proyectándonos una imagen delimitada, “la no forma” es imposible en la representación plástica, aún la mancha aparece bajo una estructura determinada por el azar y el accidente, así también nos lo prefigura el test de Rorschach, en el que la mancha configura un código semántico y conforma un símbolo representativo de la imaginación, cultura y pensamiento de la persona.
La pintura de acción explora las posibilidades iconográfico-estéticas del gesto, por eso también se le ha llamado “pintura gestual”, según Harold Rosemberg en su ensayo de 1952: The American action painters, trabajo teórico que sustenta el ejercicio creativo de los pintores estadounidenses de la primera mitad del siglo XX (Pollock, Kooning, Kline…). En esta corriente artística el proceso de creación de la pieza es tan importante como la pieza misma, de tal suerte que la obra es tanto los procedimientos físicos (salpicar, arrojar, destrozar, bailar sobre el lienzo…) como el producto resultante. Por eso vemos en la documentación fotográfica a un Pollock furioso agitar los maderos y los cuchillos plenos de pintura que escurre, así como a un Willem de Kooning completamente embadurnado de materia, como si él mismo emergiera de una de sus telas.
El gesto, producto de una emoción o un pensamiento, son otras de las herramientas del artista, la plasticidad de su expresión gráfica está cargada de tales motivaciones psíquico-físicas y así la mancha, el goteo, el escurrimiento y el “brochazo” son concreciones sentimentales materializadas. Similares exploraciones discursivas se encuentran también en el arte oriental, por ejemplo, el Sumi-e, la pintura china y japonesa que los monjes zen practican sumidos en el estado extático contemplativo de la naturaleza, una vez que el ejercicio de la meditación es iluminado con una imagen, la mano toma el pincel y mojado en la tinta de barra se plasma en el papel con pinceladas únicas, logrando imágenes hermosas y momentos de abundante subjetividad.
Fernando Jiménez Luévano realiza una pintura gestual y de acción, despliega en el papel y la tela un repertorio siempre propositivo de “accidentes controlados”, el suyo es un ejercicio creador que a los espectadores nos transmite impulsos vitales, fuerzas emocionales y proyecciones del espíritu universal.
Se aprecia en la obra de Jiménez Luévano una exploración técnica que equilibra tonos, matices, texturas y saturaciones, dispuestas en el plano como simbología proyectiva del carácter y la personalidad del artista. También podemos imaginar a Luévano como saxofonista de hard bop, bajo la batuta de Miles o Gillespi, desplegando todas esas inaprensibles e inenarrables formas sobre el tamiz del tiempo. Su cuerpo de obra es extenso igual que su trayectoria, aunque ha presentado figuraciones y geometrías su pintura de impulsos o gestual emociona por la libertad que nos invita a tomar como propia y por la tremenda energía que convida a sus espectadores.
AUTOR: Fernando Jiménez Luevano
OBRA: “Sin título”
TÉCNICA: Mixta sobre papel, 40×70