GIBRÁN ALVARADO
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El imperio de la fortuna (1986), de Arturo Ripstein, nos muestra a un personaje que llega al ascenso social gracias a las peripecias que va sorteando, a su buena suerte, quizá. En el filme se muestra a un portavoz de noticias y acontecimientos, un pregonero del pueblo que recorre las calles llevando los anuncios a los oídos de los demás, invitaciones, promociones, etc., ese es el trabajo de este hombre que vive con su madre, en una humilde casa de barro. Es una persona religiosa, buena, tanto que apoya, en lo que puede, a que las cosas estén en orden, como cuando “salva” una de las vacas del párroco y este, mientras ve absorto la televisión, le da la bendición y le dice: “se te pagará en el cielo…”.
Llega la feria al pueblo y con ella la música, el jolgorio y las peleas de gallos, a él le toca anunciarlas y tras la pugna, le regalan un gallo moribundo, gracias a ello ha encontrado su quehacer, a partir de ahora se dedicará a sanarlo, dejando de lado todo, alguien muere, alguien sobrevive a esa obsesión. Dionisio pide un préstamo, pero no se lo concede, está desamparado, es pobre y no tiene los medios necesarios para comer, mucho menos para comprarse una cerveza o un buen caldo de pollo, todo esto está vedado para él. Será un apostador quien le propondrá un acuerdo, obtener un veinte por ciento de una ganancia, total, Dionisio no tiene nada que perder.
Así inicia su viaje, entre el desorden, el carnaval y la fiesta, ahí se encontrará con Lorenzo Benavides y con una mujer que se convertirá en su talismán, en su ¿salvadora o perdición? Todo serán apuestas, entre cartas, gallos y cubilete, entre alcohol, música y mujeres. Su situación ¿mejora?, con eso regresa a su lugar de origen y echa en cara todo lo que antes no le fue permitido, ha cambiado, es otro, comienza a crear su “Imperio”, ése que se va creando y moviendo a partir del dinero, de la suerte.
Entretanto, es imposible dejar atrás todo el machismo, la fanfarronería, la violencia encerrada en sí, entre el sexo y los golpes, entre las putas y pendejas, entre el capital y las armas, así llegará la perdición, el retorno al inicio, el encierro, la muerte, que es lo único seguro en este mundo, pues todo en él es cíclico. Arturo Ripstein crea una fábula en la que la vida queda como un entramado de posibilidades que puede jugarse en la siguiente partida.