Alberto Avendaño
Leopoldo María Panero (1948-2014), hijo de un padre borracho y hermano de un suicida, quien puso de moda otra vez la poesía de terror —tan olvidada desde Allan Poe— tenía por destino ser una de las figuras más emblemáticas de la poesía hispana de la transición entre milenios. Hijo del poeta fascista Leopoldo Panero y tocado por el hado de la poesía desde los dos años no podría tener otro destino que el de la locura, la adicción y la transgresión poética. La primera vez que leí a Panero fue por casualidad en línea, hace ya varios años de eso, me encontré con “Proyecto de un beso” y antes que el poema me atrapó el nombre del autor, la peculiar combinación sonora tiene un ritmo que apresa desde que se le lee LEOPOLDO MARÍA PANERO, —¡qué nombre tan acertado para un poeta!—, lo segundo fue el poema en sí:te mataré mañana, y pedirás perdón / Por esa carne obscena, por ese sexo oscuro / Que va a tener por falo el brillo de este hierro / Que va a tener por beso el sepulcro, el olvido, parece como si la declaración amorosa y de asesinato también fuera una emulación del yo y se estuviera repitiendo a sí mismo te mataré mañana cuando la luna salga. Posteriormente me fui adentrando en sus libros, conociendo sus poemas clásicos como “Himno a Satán”, “Blancanieves se despide de los 7 enanos” o, mi favorito, “A mi madre (reivindicación de una hermosura)”, descubriendo así una suerte de mundo hechizeril, satánico, bisexual y hasta infantil. En Leopoldo converge el cuento de hadas con la decadencia y la esquizofrenia, cada verso es una potente bomba rítmica acompañada de un conjuro y un alucín. Como muchos sabrán, el de en medio de los Panero vivió más de la mitad de su vida en un manicomio, inspirando sus poemas en sus nutridas lecturas en diferentes lenguas, el actuar de los locos, los deseos reprimidos de la comunidad que le acogía y su propio reflejo: En Leopoldo todo es un autorretrato, él es una presa en sus propias pesadillas, el lobo que conoce la pureza de la nieve e invoca al maligno con sus entrañas.
La construcción del yo en el poeta parte desde la fantasía infantil, recordemos “Unas palabras para Peter Pan” en el que conoceremos otras primaveras como si el poema fuera un refugio de su familia, que podríamos decir fue protagonista del primer documental de disfuncionales producto del franquismo en España (el desencanto, seguido de después de tantos años), tema también excelentemente trabajado por la narradora Almudena Grandes (1960-2021). Los conjuros y los maleficios son una extensión de sus garabatos psíquicos, la mejor poesía de Panero es al principio de su enfermedad mental, al final es más graciosa que terrorífica, me viene a la mente un verso de su última poesía en el que habla de los pedos del diablo. Las imágenes son simbolistas y romanticistas, combinadas con el lenguaje y las anécdotas de la época que vivió, encontramos poemas en los que habla del anarquista Noi del Sucre, hasta un libro titulado Heroínas y otros poemas, en el que es más que obvio de lo que trata.
Leopoldo María Panero es uno de los poetas que más me han influido y no sé si eso sea preocupante o se debería tomar como mi fantasía inconsciente de jugar al poeta maldito (aunque me parece muy molesto ese término). He leído toda su obra poética, parte de la narrativa y parte de la ensayística, aunque, a decir verdad, a veces se torna muy repetitivo, ¿pero que paciente psiquiátrico no lo es?, la obsesión vuelve una y otra vez como el trauma que regresa a tu mente en el momento que estás feliz en el desayuno y de repente el día se derrumba y todo es un gran depredador alado oculto entre los matorrales esperando a comerte la pierna y dejarte cojo, mientras te desangras en la oscuridad de un desierto de plumas.