Por: Perla Yanet Rosales Medina
Existe un fenómeno meteorológico conocido como “olas de calor”, el cual no es nuevo. Sin embargo, es un hecho preocupante en México, ya que se ha vuelto cada vez más frecuente y severo. A principios del mes de junio, una tercera ola de calor afectó nuestro país, ocasionando un aumento significativo de las temperaturas, llegando incluso a alcanzar los 40ºC en al menos 22 estados. Inicialmente, se esperaba que esta ola de calor se mantuviera hasta el 9 de junio, pero lamentablemente, hasta el 17 de junio, 12 de los 32 estados aún experimentan condiciones de calor extremo.
Aunque para este momento todos en el país sabemos cómo se siente una ola de calor, aún existe mucha desinformación e incertidumbre en torno al fenómeno.
¿Qué es una ola de calor? La atmósfera que rodea nuestro planeta desempeña un papel crucial en el transporte y la distribución del calor y la humedad, lo que ayuda a mantener un equilibrio de temperaturas en diferentes regiones del mundo. Sin embargo, los problemas ambientales que hemos enfrentado en las últimas décadas no son simplemente resultado de los movimientos de los vientos atmosféricos.
La acumulación de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, en la atmósfera, junto con la actividad humana, la deforestación y la quema de combustibles fósiles, han desencadenado un complejo conjunto de fenómenos que contribuyen al cambio climático y a la intensificación de las olas de calor.
Es importante entender que las olas de calor son un síntoma del cambio climático y la emergencia climática que enfrentamos en la actualidad. La comprensión de estos factores y su divulgación adecuada son fundamentales para tomar medidas eficaces en la mitigación y adaptación al cambio climático.
Una ola de calor se produce cuando hay una alta presión atmosférica a nivel del suelo. Esta presión elevada es causada por la atmósfera misma, que comprime el aire cada que desciende. A medida que el aire desciende y se comprime, su temperatura aumenta. De hecho, existe una relación entre la compresión del aire y la temperatura. Por cada 100 metros de descenso, la temperatura aumenta aproximadamente un grado Celsius.
Es importante destacar que el aumento de la temperatura en la superficie atmosférica está relacionado con la presencia de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera. Estos gases atrapan el calor del sol y contribuyen al calentamiento global, lo que a su vez influye en la frecuencia e intensidad de las olas de calor.
Cuando el aire desciende y se comprime, la temperatura aumenta gradualmente. Si ya partimos de una temperatura alta, este aumento adicional por cada 100 metros de descenso contribuye a que la temperatura sea aún más elevada durante una ola de calor.
Además, el tipo de suelo también desempeña un papel importante. Los suelos áridos, que tienden a retener menos humedad, pueden intensificar el calor del aire, ya que no hay tanta evaporación para enfriar la superficie.
En zonas urbanas, durante una ola de calor, se puede formar lo que se conoce como “islas de calor”. Estas son áreas urbanas donde la temperatura es significativamente más alta que en las áreas circundantes. Las islas de calor se generan debido al calor absorbido por los materiales de construcción y las superficies urbanas durante el día, como asfalto, hormigón y acero. Estos materiales absorben el calor y lo liberan lentamente durante la noche, lo que contribuye a mantener temperaturas más altas en áreas urbanas en comparación con áreas rurales.
Efectivamente, el fenómeno de las olas de calor se puede resumir en una temperatura inicial alta, el aumento de temperatura a medida que el aire se aproxima a la superficie y un estancamiento en la ola de calor.
¿Cómo abordamos el problema? Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las olas de calor seguirán siendo parte de nuestra realidad al menos hasta el año 2060, incluso si se toman medidas ambientales más radicales. Es necesario tomar conciencia de la gravedad de este problema y promover acciones tanto a nivel individual como colectivo para reducir nuestra huella de carbono, adoptar prácticas más sostenibles y respaldar políticas ambientales sólidas.
Es cierto que el panorama actual en México plantea desafíos significativos en cuanto a la preparación para enfrentar las altas temperaturas y las repercusiones de las olas de calor. Tecnológicamente, aún hay un camino por recorrer para adaptarnos de manera efectiva a estas condiciones extremas.
La falta de preparación tecnológica y de infraestructuras adecuadas puede tener un impacto negativo en la sociedad, especialmente en términos de salud pública. El golpe de calor se convierte en una preocupación importante durante las olas de calor. Es significativo tener en cuenta que algunas soluciones tradicionales, como el uso de ventiladores y aire acondicionado, pueden empeorar el problema al aumentar la emisión de dióxido de carbono y contribuir al calentamiento global.
El desafío de las olas de calor y el cambio climático requiere la colaboración de científicos, líderes sociales y la sociedad en general. Es importante buscar soluciones ambientales adaptadas a cada contexto, aprovechando las herramientas disponibles sin depender de proyectos costosos. La prevención es clave, incluyendo medidas de protección individual como mantenerse hidratado y buscar lugares frescos. También es fundamental educar y concientizar sobre los riesgos y promover la acción colectiva. Juntos podemos enfrentar estos desafíos y construir un futuro más sostenible.
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