Por Ezequiel Carlos Campos
Hace casi dos meses decidí darle un giro a mi vida, retomar el ejercicio que desde mi infancia no realizaba, dejar los vicios que, aunque no eran muchos, me quitaban demasiada energía y concentración, además de preocuparme un poco más por mi cuerpo. Toda decisión de esta índole cuesta un montón, y más a alguien para quien el ocio significa trabajo, porque leer es ocio y trabajo a la vez, el trabajo a veces se acumula, las lecturas se amontonan y se vuelven necesarias cuando a lo único que se dedica uno es a escribir y leer. Antes, el término fitness significaba para mí gente con ropa deportiva que madruga para ir al gimnasio o al parque, aquellos y aquellas que tienen dieta, cuidan su cuerpo y su forma de vida.
Todo esto era extraño para mí, incluso en los libros que leo, donde casi siempre encuentro personajes con pocas aptitudes, con más problemas mentales que con ganas de mejorar su metabolismo. En las últimas semanas he aprendido que la condición física es un estado de buena salud y fortaleza física, misma que se genera cuando se adquiere una buena nutrición, practicando ejercicio y un descanso apropiado para la recuperación, y es todo esto lo que he intentado hacer ahora.
Pero, ¿por qué se necesita hacer cambios para sentirse mejor? Esta cuestión me ha obligado a repensar mis últimos años, donde las preocupaciones corporales referían a no sentir tanta resaca cada que salía de juerga, de si tenía que levantarme temprano no leer hasta tan noche para no estar desvelado, incluso en dedicarle más tiempo a escribir que a la propia escuela o trabajo.
Leer y escribir es un ejercicio ocioso, y es preciso que los que aún no lo piensan lo vean de esta manera. Sí, tomar un libro grueso se asimila a levantar pesas; sí, escribir puede ser como correr un maratón, según nos puede dar a entender Haruki Murakami, pero nada de eso es cierto, ya que entre más acostado o sentado esté uno el cuerpo se mantiene en un equilibrio pasivo, donde el único movimiento realizado es el cambiar de páginas o el tecleo. Ahora lo veo así, después de años me di cuenta de mi cuerpo en crecimiento, de percibir en las fotos a alguien distinto a mí. En primer momento fue así, dirigirme con la nutrióloga de confianza, subirte a la báscula y decir que el único hábito es el ocio.
Pensar un poco en qué quieres de ti, cuáles son tus aspiraciones: las mías, bajar de peso y tener una vida distinta. Después soltar un poco el bolsillo y hacer el súper con los alimentos requeridos, dejar de lado los libros y sus extensos costos. Hay que hacer el ridículo al momento de decirle a la gente cercana que irás al gimnasio —o por lo menos intentarlo—. En mi caso, estuve yendo los primeros días con mi novia, quien ha tenido la voluntad de apoyarme en cuestiones de tiempo y gastronómicas, hacer que el cuerpo se mueva, estire, levante el peso o corra lo que desde niño no realizaba. No es fácil, así como dejar de leer a un autor que tanto nos gusta. La voluntad personal sólo la conocía a través de los libros, aquellos personajes que deciden hacer algo y lo logran cueste lo que cueste, es así que yo intento verme como un personaje de mi propia novela, me escribo cada vez que preparo mis comidas, me alimento de manera saludable y hago ejercicio.
Hace casi dos meses decidí darle un giro a mi vida, los días se mueven al ritmo de mi par de horas en el gimnasio, de pasar por los puestos de comida y hacer un nudo en el estómago, de tomar agua cada cinco minutos —no sé si eso sea bueno o malo en exceso— y abstenerme lo más que pueda de salir con mis amigos, a quienes les pido una gran disculpa. Para tener una vida nueva hay que hacer sacrificios, y esos son los míos. Aunque no he señalado el mayor de ellos, y es dejar de leer o no poder hacerlo tanto como antes.
Desde que empecé la dieta y el ejercicio al principio no pensaba en más que en tener hambre; pasaron los días y el cansancio del gimnasio, de tener que prepararme mis comidas, dejar listas las del día siguiente, ir al mandado, hacer las siestas necesarias de todos los días iban exceptuando mi labor de lector. Así hasta ahora, que pareciera que los días pasan más rápidos, que no hay oportunidad de abrir un libro y dejarlo hasta que los ojos empiecen a cerrarse.
Desde que hago ejercicio he leído mucho menos, y me da miedo mantenerme de esa manera, saber que mi cuerpo me da gracias por la nueva rutina, pero mi mente se seque por no darle más ficciones. Desde ahora debo encontrar un equilibrio entre estas dos rutinas, y a eso lo he llamado fit-book. Soy un chico fit-book en formación.