
Gabriel Soriano, quien se reinventa bajo el nombre de Arcilupe, es un poeta que escapa de las normas, un activista que se rehúsa a que su voz se diluya entre el murmullo del conformismo. Con dos identidades que se funden y se distinguen, Soriano representa la contradicción viviente, la belleza disruptiva que se esconde en el margen de las etiquetas. Mientras Gabriel Soriano se sumerge en el universo de la ciencia, Arcilupe se adentra en las grietas de la cultura LGBT, desafía el orden establecido y reconstruye las piezas rotas de una identidad que no pide permiso para ser visible. A través de su poesía, escupe verdades dolorosas, pero las envuelve en comedia, en sarcasmo, en risas que asfixian las lágrimas que nunca se atrevió a derramar.
Su más reciente obra, Maussan, mi legendario platón y otaku, es una joya literaria que late con el pulso frenético de quien ya no teme hablar del enojo ni de la fragilidad humana. En este libro, la figura de Jaime Maussan –que trasciende su papel de divulgador del fenómeno OVNI– se convierte en la metáfora de un México que se reinventa a sí mismo, una cultura que exagera lo mundano hasta hacerlo fantástico. Los extraterrestres no son solo una obsesión, son una forma de mirar el mundo desde otra órbita, desde otro ángulo, el de la rebeldía, el de la resistencia.
La poesía de Soriano no busca agradar, no busca ser cómoda ni complaciente. Es una poesía que nace desde el dolor, desde el inconformismo, pero que se disfraza de humor para no dejarse devorar por el vacío. La cultura LGBT, bajo su lente, se convierte en un campo de batalla donde las reglas son volátiles y la estética, como el kitsch, se convierte en el lenguaje para narrar el desarraigo y la lucha. En sus versos, las imágenes son exageradas, ruidosas, como una fiesta de luces y sombras, como un carnaval que nunca deja de bailar.
De Aguascalientes a Querétaro, pasando por los recovecos de su propia vida, Gabriel encuentra un eco en su obra que resuena más allá de las fronteras de la palabra. Arcilupe se convierte en el alter ego que le permite respirar, pero también en el alter ego que le exige ser honesto, ser fiel a lo que la sociedad teme nombrar: la multiplicidad de un ser humano que no se define en una sola etiqueta.
Su poesía se convierte en un canto sin ataduras, sin pudor, un himno a lo que se ha silenciado, a lo que se ha negado, a lo que nunca debió ser callado. En su Instagram, Arcilupe no solo publica poesía, también fusiona la escritura con el arte visual, con la moda, con la fotografía. Es un poeta del cuerpo, de la imagen, de lo que no se ve pero se siente, de lo que no se toca pero se respira.
Queridas lectoras y estimados lectores, éste es Gabriel Soriano, este es Arcilupe, un poeta que desafía las normas. Así como él, no olviden que juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero