Por Alberto Avendaño
En 1972 Jorge Eduardo Eielson (1924-2006, Lima, Perú) publicó Colores, una obra de poesía sonora que pertenece a sus experimentos denominados “audiopinturas” o “estructuras verbales”, pieza incluida en el CD La Materia Sonora, contenida en el libro Esplorare L’invisible Ascoltare L’inaudito, the ricerca poetica di Jorge Eduardo Eielson, antología verbo-voco-visuale 1949-1998, publicado por Martha Canfield and Enzo Minarelli.
Centro Studi Jorge Eielson, Firenze, 2014. Poema que nace de experimentar y jugar con el sonido de cuatro colores: verde, amarillo, rojo y azul. El poema es un repetir sin parar estas cuatro palabras con diferentes entonaciones rítmicas y emocionales, provocando, la mayoría de las veces, que el escuchante quede confundido y se cuestione los límites de la poesía.
Es seguro que en su tiempo fue un poema que causó discusiones entre los círculos poéticos por su innovación, seguro no faltó quien preguntara si esto realmente era poesía, pues no hay ni rimas ni métrica, es más, no hay imágenes ni fondo, pero sí existe lo esencial para que la poesía se dé: hay un gran ritmo. Y no sólo eso, existe una transmisión de emociones muy variada, para comprobarlo hice un experimento con mi hija de ocho años.
A pesar de que el poema sólo repite una y otra vez los colores primarios (y un colado) sus reacciones fueron muy variadas, iban desde caras de desagrado y sorpresa hasta (al escuchar “azul”) felicidad. Al final le pregunté qué opinaba del poema y me dijo que estaba chistoso, le pregunté si le gustó y dijo “sí, mucho”.
Para mí, la reacción de ella ante este poema es una prueba irrefutable de que hay una experiencia poética dentro de los sonidos de los colores, cosa que muchos poetas malos (como yo) deberían envidiar, con cuatro palabras y sin escribir nada Eielson logró crear una experiencia metafísica, se sabe que psicológicamente le otorgamos una carga emotiva a los colores, ya sea si son de tonos fríos o tonos claros, de cómo los asociamos a nuestras experiencia personales primitivas, traumáticas y hasta íntimas, incluso hay estudios de mercadotecnia que nos dicen cómo pintar nuestros negocios para atraer clientes, pero poco se habla de cómo su sonoridad también nos puede causar una cascada entintada que cae desde el corazón y de por qué su repetición es el eco del agua que cae combinada con el rugir del río en un área pedregosa.