Por Daniela Albarrán
Hace unos días nos encontramos con el lanzamiento de Threads, una nueva red social auspiciada por META. Según la empresa, se supone que es una versión de Instagram enfocada en texto. Sin embargo, cuando descargué la aplicación y empecé a interactuar con ella, me di cuenta de que no está realmente centrada en texto, pues ya está muy contaminada por imágenes, fotografías y videos.
Esto me llevó a reflexionar sobre la necesidad de una red social que disminuya la interacción con fotografías y videos. Cuando entramos a cualquier aplicación para interactuar, somos bombardeados con miles de imágenes: algunas divertidas, memes, videos graciosos, fotografías supuestamente “artísticas” o infografías. Pero todo esto se basa en imágenes, y a veces resulta agotador. Es como si nuestra atención estuviera constantemente en una fiesta de colores, y al final del día, ¿cuántas de esas imágenes realmente recordamos?
No quiero decir que todos debamos leer todo el tiempo, pero sí quiero señalar que personalmente siento que esta adicción visual está afectando mis hábitos de lectura. Y eso me pesa tanto moral como intelectualmente, porque sé que ninguna fotografía o video que vea podrá reemplazar el conocimiento o el disfrute estético que se pueden obtener a través de la lectura. La imagen se ha convertido en una adicción, y aunque ahora somos lo que llaman “homo videns”, utópicamente desearía poder relacionarme con otras personas más allá de la imagen, a través del lenguaje, no del “lenguaje visual”, sino del texto y el lenguaje verbal.
He intentado acercarme nuevamente al texto, pero siempre acabo sucumbiendo a la adicción que provocan las imágenes. Aunque sé que en las redes sociales hay muchas personas que se esfuerzan por compartir contenido valioso alejado de la imagen, cada vez es más difícil encontrar esos refugios para la mente. No estoy satanizando la imagen, ya que, como mencioné anteriormente, resulta entretenida, pero vacía. Es agotador tener la mirada constantemente expuesta a contenido tan superficial como cualquier contenido visual que se puede consumir fácilmente, requiriendo poco procesamiento mental y que, a largo plazo, temo que me esté volviendo perezosa en cuanto al pensamiento. Son imágenes que se olvidan de la misma manera en que uno desplaza el dedo en la pantalla, no requieren tiempo de procesamiento mental ni ningún esfuerzo por parte de la percepción humana.
No niego que existe una relación innegable entre la imagen y el texto, y que ambos pueden convivir de manera fructífera en casos muy específicos, como libros infantiles, historietas, cómics o libros-álbum. Reconozco que también hay contenido valioso en las redes sociales, personas que se esfuerzan por compartir conocimientos o arte visual. Sin embargo, creo que el intento, hasta ahora fallido, de crear una red social basada principalmente en el texto, es un recordatorio de que el diálogo, el lenguaje, y sobre todo mantener un discurso con otras personas, son importantes.
Sé que cada vez es más difícil, y yo, por ejemplo, he intentado poner mi celular en escala de grises para que las imágenes sean menos atractivas para mi cerebro. Pero reconozco que he sucumbido a la imagen porque sé que tanto la mirada como el lenguaje es un ejercicio permanente.