Por Ana Lilia Félix Pichardo
Ingrid me vuelve loco. La sigo, la huelo, la muerdo. Llegué a su lado en un tiempo en que mi memoria se diluye. Mi vida es ella, sus palabras. Somos iguales, somos uno. Lo siento. La observo y me veo, con su andar grueso, pero nada torpe. Es ágil, un cazador que se mueve con la nariz echada hacia adelante. No es un animal vulgar como otros de su especie. No cazamos para comer, cazamos porque no podemos no hacerlo. Me acerca su hocico y no veo a nadie más que a mí, como un espejo.
Aus
Pasan días y no puedo estar a solas con ella. Está enfurecida, huelo su ansiedad, siento su pulso cuando se acerca y me acaricia, está acelerado, jadea. Sus gritos no son para mí, como cuando me pasa las manos sobre el lomo y me jala el pelo mientras se contorsiona sobre mí. Sus hedores me dicen algo diferente a cada hora del día, de estos días. Tosca en sus movimientos, pesada al anochecer, está fuera de sí. Empieza furiosa y va quedándose sobre sus piernas, cansada. La sigo, la observo, la espero. Alerta, siempre alerta, la miro. Bajo y subo las orejas constantemente, esperándola, pero no llega. Sé que me necesita. Espero sus palabras, el sonido preciso que conozco y obedezco.
Voraus
Mi cuerpo lleva el cansancio de varias noches sin dormir. Ella tampoco lo hace, pero está excitada, no cansada. Yo estoy asqueado. Estos cuerpos huelen a tanto miedo que dejan de interesarme. Ella se ensaña con estos animales hasta exprimirlos. Me quiere a su lado, me acaricia, me busca.
Lauf
No quiero.
Voraus
No puedo parar.
Fass
El asco me empapa. Sus salivas se embarran en mi pelo.
Platz
Ella continúa. Repite y repite nuestras palabras. No se sacia.
Aus
Sé que es de noche. Ella lo sabe también. Intuyo el paso del tiempo, pero la oscuridad tiene a estos cuerpos desquiciados. No gimen, no ladran. No comprendo sus sonidos. A ratos somos uno. Ingrid me lo ordena. Me llevan también en su asquerosa y lisa piel. Ella no grita. Su voz penetra como una navaja en nuestros oídos. A pesar de su monstruoso tamaño, hiere con delicadeza, no conoce la prisa ni la torpeza. Sangra a estos cuerpos con profundo cuidado.
Lauf
Ruido constante. Entre los gritos apretados de estos cuerpos, la voz de Ingrid y ese sonido alto que sale de las cajas negras, mis oídos están absortos. Estoy acostumbrado, no me irrita tanto, pero los aromas de este lugar… La desnudez de los cuerpos agolpados en ese rincón. Los llevan, los traen, los suben, los bajan, los exprimen, los silencian, los contorsionan, los disminuyen, los derriten. Los montan en una cama plana, fría y elevada. Tiemblan, temblamos juntos. Se retuercen como un gato entre mis mandíbulas, tenso, duro y luego blando. Sudamos. Nos odiamos, pero por instantes somos uno. Puedo ver sus caras, olerles, lamerles. Ellos tienen los ojos cancelados. Huelen a sangre. Llenos de orín, no reconozco el olor que debía ser particular a cada cuerpo.
Fass
Fass
Fass
No me controlo. Su voz me alcanza, me acaricia, me recorre, me penetra, se coloca en mi lengua y en mis dientes. Salivo. Su voz me golpetea por dentro del cráneo.
Fass
Aus
Lauf
Tengo la mandíbula endurecida, entre los dientes traigo carne ajena y, ahí, su voz me agarra con fuerza, me estruja.
Platz
Siento cómo me escurren los líquidos de esos cuerpos. Ingrid se irrita. Conocía su irritación cuando en nuestros paseos por la calle me tragaba las palomas aplastadas, esa carroña deforme, con olor a pájaro. Esta carne se me va por la garganta, la lengua no puede detener esos trocitos.
Fass
Su voz entra por en mis caderas, recorre líquida mis entrañas, fluye, endureciéndome.
Aus
Soy yo y no soy. Su voz me lleva al límite de sus deseos o de sus irritaciones. Soy lo que ella necesita. Me moldea, me presiona cada músculo.
Fass
Deseo la soledad a su lado. Somos uno, lejos de esos cuerpos tibios y temblorosos. Ingrid me obligó a mojarlos con la humedad que creía era sólo nuestra, nuestro pacto, nuestra tranquilidad.
Estamos solos ahora. Ingrid, serena. No hay ruidos, acallaron los gritos. Silencia su voz, pero aún la escucho, me traspasa.
Fass
Fass
Fass
Estoy impregnado por su voz. Camina despacio, llega a mis orejas, toma mis pasos y controla mis piernas.
Fass
Tengo por primera vez a Ingrid en mí. No habla. Tengo grabadas sus palabras bien adentro.
Aus
No contengo mi mandíbula, jalo y desgarro el sonido que me gobierna. Estoy sobre ella, como a ella le gusta. Se ríe. Me mira y luego calla. Me asquea de a poco. Ese olor tan familiar me revienta la nariz. Ingrid se caga de miedo.
Auss
Fass
Tengo la quijada trabada, jalo para zafarme de sus músculos. Un trozo de ella se desliza desde mi lengua hacia mis entrañas. La escupo, sale un líquido verde con sangre coagulada. Regreso a ella
Fass
Fass
Olisqueo. Desconozco mi reflejo. Es nauseabunda. No me detengo. No puedo. Su voz me obsesiona, me recorre superficialmente, como una caricia de sus pies. Me necesita a su lado.
Platz
Empieza a oler como esos cuerpos apelmazados y su voz se me desboca en la cabeza. Entro en ella, ella en mí. La paladeo, mastico incontrolable como si fuera cadáver de pájaro sobre el cemento. Odiaría saber que la comparo con la basura que me trago cuando caminamos juntos. Tiene un sabor como a rata caliente que chilla hasta atiesarse. Sigo. Hace una mueca como sonrisa, pero está cagada de miedo. La desconozco, ya no es ella. No es ya el animal ágil e irritable, furioso y desquiciado.
Platz
Balbucea. No entiendo. Grita. Pierde la mueca sórdida. No completa una risa con el poco aliento que le queda. Su voz, ajena a su cuerpo, me posee, pero ya no sale de su hocico, que ya no es hocico, sino boca.
Nein
Basta
Pero no entiendo.