MARCO ANTONIO FLORES ZAVALA
La Revolución en Zacatecas se ha interpretado fragmentariamente, atendiendo diferentes motivos –investigaciones, conmemoraciones, publicaciones colectivas y atención a relatos populares–, por lo que todavía faltan tópicos vinculantes para tener una narración amplia de tal hecho histórico.
Los escritores sobre la Revolución en Zacatecas son poquísimos: Salvador Vidal, Roberto Ramos Dávila, Jesús Romero Flores, Cuauhtémoc Esparza Sánchez, José Enciso Contreras, Héctor Sánchez Tagle, Xóchitl Marentes Esquivel, Oliverio Sarmiento Pacheco, Eduardo Jacobo Bernal, Margil de Jesús Canizalez Romo, Tania Vaquera Escobedo, José de Jesús Vela Cordero. Señalo lo ojeado en tesis y publicaciones; quizá falte alguien con un artículo presente en un libro colectivo, pero sin continuidad y huella en el tema.
Las visiones generales de la Revolución mexicana la han postulado como una movilización nacional. Para Alan Knight era “popular y agraria”, cuyo lapso comprende desde inicio de siglo a la década de 1940. Para François-Xavier Guerra fue política, expone cómo se tensan y enfrentan las formas de hacer sociedad –pueblos y corporaciones; asociaciones que privilegian la ideología– en el Estado; lo suyo es una visión desde “la modernidad”, que mira el proceso de construcción del Estado. Otros autores que abonan a comprender el tema son los de John Mason Hart y Javier Garciadiego Dantán.
En la ruta de los análisis regionales están los modelos que nos colaboran para situar ‘el caso Zacatecas’. Me va citar las ideas de Katz acerca las regiones revolucionarias, no revolucionadas, que son los casos de Chihuahua, Coahuila, Sonora y Morelos (John Womack con Zapata y la revolución mexicana; Friedrich Katz con Francisco Villa; Héctor Aguilar Camín con La frontera nómada). Delimita estas referencias por el desarrollo del capitalismo; la presencia y acción de las oligarquías regionales, los grupos dominados, económica y socialmente, y los grupos intermedios; así como las demandas de esos actores. Otras miradas desde las regiones, en temas de formas específicas de organización y dominación están Génesis de un cacicazgo: antecedentes del cedillismo de Victoria Lerner y El laboratorio de la Revolución de Carlos Martínez Assad.
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Es dable señalar: la batalla de junio de 1914 obnubila el proceso y a la misma Revolución. Pero ese acontecimiento es tal y no es el motor para explicar el ‘caso Zacatecas’. Se ha usado para reivindicar la pertenencia a la narrativa del Estado que se autodenominaba ‘de la revolución’. Es obvio que el cambio no fue por el uso de las armas o la presencia popular.
Falta tener en cuenta el conjunto de las motivaciones para unirse a los levantamientos armados.
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En 1910 no había problemas mayores de los obreros con las empresas mineras –de capital extranjero y nacional-; los pocos propietarios comunales peleaban más contra autoridades que les limitaban el uso y disfrute de bosques y aguas; los grandes propietarios de tierras labriegas y fomento de ganado (masculinos, herederos y casi ajenos a la política estatal) mantenían sus unidades económicas en bonanza y sin conflictos vecinales, incluso con las comunidades ciudadanizadas.
¿Qué hizo entonces que algunos trabajadores mineros, propietarios de ranchos, comerciantes y estudiantes se vincularan a la movilización armada? De síntesis señalo: el cansancio en el funcionamiento del gobierno estatal, las imposiciones fiscales y el modo de la política de conciliación. Vale señalar un punto no considerado: las cíclicas sequías que enflaquecieron ganado y tierras provocó desplazamientos, desarraigos y sans-culottes sin rumbo.
Algunos sectores dominados tuvieron halos del anarquismo, el socialismo y jacobinismo; hubo más catolicismo social –nótese en la cantidad de edificaciones y asociaciones religiosas, católicas y protestantes, en el lapso de 1900 a 1940-. La guerrilla la hicieron masculinos católicos solteros, aptos en las armas y sabedores de qué luchas libraban. No ocurrió aventurerismo, menos romanticismo.
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La guerra desestabilizó tanto los índices internacionales de metales y de arbustos útiles del semidesierto, como las finanzas de un gobierno dependiente de imposiciones desagradables ante la falta de representación en ayuntamientos y el Congreso local –ambas instancias no tenían rotación de individuos desde décadas atrás-. Las reclamaciones agrarias entraron en el espectro de los hombres armados cuando la Convención de Aguascalientes proyectó el Plan de Ayala como un programa de acción. Entonces inició el declive de esas unidades económicas en la región; resistieron hasta la década de 1940.
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Si no hubo causas como las de Morelos, ni liderazgos como los de Chihuahua; acaso ocurrió el caso Coahuila –defender la democracia liberal y sostener un gobierno representativo- o los propietarios deseando hacer cambios, ¿qué pasó en Zacatecas? Que los sectores intermedios (alfabetizados, católicos, contribuyentes, protocosmopolitas) no soportaban al cansino grupo político que gobernaba con aires de herederos y sin ser visionarios del acontecer internacional. En ese ambiente las mujeres clasemedieras funcionaron para modificar las iniciativas y formas de hacer sociedad –mayor presencia en el sector educativo, participantes en sociabilidades antes exclusivas a un género, consumidoras directas de bienes tecnológicos que modificaron las formas de hacer sociedad-.
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En la región no hubo un liderazgo, tampoco ocurrió el avasallaje militar y mítico de Villa; incluso revolucionarios de origen zacatecano fueron los férreos persecutores de él. La ausencia de un mando contribuyó a la inestabilidad política entre 1911 y 1944. Percibo que la marcha del progreso –no refiero al ferrocarril, sino al uso de tecnología nueva en los diferentes ámbitos-, junto con la permanente circulación y disfrute de bienes simbólicos trasnacionales, provocaron algunos cambios sociales en la región.
Hubo pulverización de los pocos millonarios y entrada de anónimos al escenario público. Me parece que una clave está en los sectores intermedios (hombres y mujeres, jóvenes no necesariamente herederos, cosmopolitas) los que hicieron las mudanzas históricas. Mírese en la solución intermedia en cuestión agraria: fraccionar las haciendas, para configurar propietarios contribuyentes; construir presas para soportar las inclementes sequías; acrecentar las defensas laborales, sin atacar la infraestructura y las inversiones mineras; mantener el personal educativo para insertar los grupos analfabetas al área de la ciudadanía; organizar más asociaciones para la defensa de causas inmediatas… No sobra asentar: falta dilucidar qué revolución fue la de Zacatecas; porque revolucionada no lo fue.