GIBRÁN ALVARADO
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Estar en vilo durante una hora, mantener la atención ante una situación que desde los primeros instantes provoca, un hombre que yace en una cama, desvelado, cansado, en el buró billetes y una casera que le ha cuidado las espaldas porque, según le comenta al inquilino, un par de hombres lo esperan a las afueras del edificio, algo sucedió y, sobre todo, algo pasará. Así inicia La sombra de una duda (1943), de Alfred Hitchcock, la historia de un hombre que va de un sitio a otro pese a que su familia lo extraña, habrá que indagar por qué frecuentemente cambia de estancia.
El filme inicia con una duda, por qué un par de hombres esperan al personaje que descansa en su habitación, a qué se debe… Esto me recordó las reflexiones que hace Umberto Eco en sus “Apostillas” a El nombre de la rosa cuando dice que el aliciente inicial para escribirla era porque quería matar un monje; además, también alude a la propuesta del cuerpo inerte que va río abajo, lo interesante no es su muerte sino indagar en el porqué. Esto, como sabemos, lo hace excelentemente Alfred Hitchcock y en esta película creo que lo lleva al extremo, durante los primeros sesenta minutos no sabemos qué ha hecho, por qué huye el tío Charlie Oackley, ese hombre que tanto anhelan en la familia.
Charlote, su sobrina, espera con ansias la llegada, comparten algo más que el parentesco, hay algo entre ellos. A su vez, conforme avanza la trama, los primeros planos se van acumulando, un anillo grabado, los periódicos que se leen en las sobremesas y demás elementos que poco a poco van encajando, el espectador se mantiene atento a todos estos pequeños acontecimientos, los cuales siguen el cauce, al parecer, natural de las cosas, aunque hay algo inexplicable, pareciera que tío y sobrina están tan compenetrados, son cómplices de lo insospechable, aunque, nada es lo que parece.
Después que las piezas van uniéndose, siempre habrá un final inesperado, todo en la película está minuciosamente puesto al alcance de los personajes y del espectador, la sombra de disipa conforme avanza la trama, esa duda inicial será develada en los últimos minutos, pero no sabremos si ese cierre es feliz, otro acierto. La sombra de una duda (1943) es otra de las piezas maestras del cine negro, invita a indagar en los acontecimientos pero también en la mente de los personajes, qué es lo correcto, qué hacer ante determinadas situaciones, se debe proteger a la familia, poner sus yerros en la balanza o ante el estrado del escarnio público o, por qué no, mantenerlos en silencio para siempre…