Por: Edgar A. G. Encina
Cuenta Guillermo Schavelzon en El enigma del oficio. Memorias de un agente literario (Ampersand, 2022) que por lo general cae un halo misterioso en los motivos que llevan a un autor a decidirse trabajar con un agente literario y/o con un sello editorial. A la inversa suelen existir motivos más razonados, como la prospectiva del escritor, la esperanza de ventas o, por ejemplo, el prestigio que le imprime su presencia al sello. Lo misterioso, insisto, se produce del otro lado. Lo más sencillo y común es pensar que la relación se produce porque congenian intereses económicos, pero en una sucinta revisión de la literatura del género es fácil descubrir que Schavelzon acierta. Un autor elige con quien trabajar por sintonía, gracia, fraternidad o relaciones; por intervención de terceros, recomendaciones o moda; porque la Feria del libro, la cena o el convivio; porque llueve ese día o un pájaro cantó la Marcha de Zacatecas. Es en ese sentido que las siguientes líneas exploran brevemente el panorama editorial que tuvo enfrente Ramón López Velarde e insinúan las razones que le llevaron a decidirse por los sellos editoriales que le publicaron.
El jerezano vio publicados dos títulos: uno en 1916, otro en 1919. El primero, La sangre devota, poemario proyectado desde 1910, fue estampado por Revista de Revistas, al que la crítica en la Ciudad de México le cobijó con parabienes, al grado de estar “a punto de naufragar en un ponto de adulaciones perniciosas”, distinto en Zacatecas que no tuvo “mayor comentario”, puntualiza Berenice Reyes en “La altura artística del desierto”. El segundo, Zozobra, fue impreso por México Moderno, desaparecido en 1923, y que continuó marginal en la recepción zacatecana, acusado por “un plan que Velarde se había forjado desde los inicios de su carrera literaria. [pues] No quería tener nada que ver con esos círculos de provincianos trasnochados”. Por su parte, la marca impresora fue importante para la cultura gráfica mexicana del siglo xx, por el énfasis artístico y la calidad de la propuesta.
Si bien, el contexto nacional alude a momentos de estruendo y bullicio, provocados por la Revolución y las inestabilidades políticas, el panorama editorial y libresco, por su parte, continuaba laborando con altibajos, precariedades e infinidad de retos. Además de Revista de Revistas y México Moderno es posible ponderar al menos dos sellos editoriales más a los que López Velarde pudo contemplar. Estos, según acota Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)”, fueron Editorial Porrúa y Librería Botas.
Editorial Porrúa publicaba desde 1910. “El mismo año [de la aparición de La sangre devota], 1916, el proyecto editorial ofreció en los escaparates de su librería seis títulos propios, la mayoría de literatura, con cuentos y poesía, así como una antología de poetas mexicanos del momento [con noticias biográficas, críticas y bibliográficas] hecha por Genaro Estrada” que incluía a más de 25 nombres, ente ellos a López Velarde. Entre esos títulos estuvieron La hora inútil de Enrique González Martínez y La existencia como economía y caridad de Antonio Caso.
La Imprenta de la Librería de Andrés Botas y Miguel, fundada en 1906, comenzó a imprimir títulos propios en 1911. Inauguró con ¡Crimen monstruoso!: un periodista descubre el tremendo parricidio en Mazatlán: prisión del periodista al denunciar al parricida y sus cómplices: historia verídica y comprobada de este crimen sensacional de Ramón P. Buxó, ex director del “La voz de Sinaloa”. Para 1920 había consolidado sus labores editoriales con un margen discreto de títulos literarios e históricos, que gracias a una red de distribución bien planeada circulaban por todo el territorio mexicano.
Además de estos sellos editoriales hubo otros. La numerología dice que de 1906 a 1920 existieron al menos 180 establecimientos, como imprentas y talleres, que publicaron al menos un libro anualmente; de ellos 29 lo hicieron con 10 títulos o más, y que en 1916 se contabilizaron 13 libros con registro, aunque el número pudo ser mayor. En ese retrato general, el abanico de posibilidades que se le presentó al jerezano fue variado, que no basto. ¿Entonces, qué le llevó a definirse? Para un autor contemporáneo podría aludirse a intangibles, como la amistad, la sincronía ideológica o las redes de intereses, o tangibles, como el modelo de negocios, la calidad física del impreso o la pertenencia a una colección o de tribu literaria-cultural.
No hay que olvidar que, primero, Ramón López Velarde trabaja como redactor en Revista de Revistas el año que aparece La sangre devota. Es la época dirigida por Julio Torri, perteneciente a la misma generación, que habría de publicar en 1917 sus Ensayos y poemas con Editorial Porrúa. Que, segundo, el poemario formó parte de una serie de cuadernos anuales, cobijándose con una selecta cofradía, entre ellos estaba Saturnino Herrán, artista que realizó la portada de la mayoría de los títulos. Que, tercero, Zozobra le mantenía en el canon nacional, pues México Moderno se relacionó con Pedro Henríquez Ureña, Manuel Gómez Morín y otros. Y que, cuarto, continuó la pertenencia al selecto círculo, pues en la colección también participó Enrique Fernández Ledesma y Amado Nervo, por ejemplo. En general, se asoma la convivencia de grupo, la practicidad laboral y se descubre el fondo de la presencia política que probablemente las otras empresas no le proporcionaban.
_________________________
[1] Una versión del presente fue publicada en junio de 2021 en la revista Quehacer universitario, editada por la Universidad Autónoma de Zacatecas como parte de la sección “Notas al Centenario luctuoso de Ramón López Velarde”. Otra versión se prepara para formar parte del libro La denotada engañosa bondad del libro que en 2024 aparecerá con el sello editorial de Piel de Salmón.
[2] José de Jesús Núñez y Domínguez, Los poetas jóvenes de México y otros estudios literarios nacionalistas, Viuda de C. Bouret, 1918, 22.
[3] Berenice Reyes Herrera, “La altura artística del desierto” en Desdeñoso de la publicidad, convencido de la vanidad de la imprenta. Estudios críticos en torno a Ramón López Velarde, uaz-izc-ijc-spauaz, 2021, 52.
[4] Op. Cit. Berenice Reyes Herrera, Desdeñoso de la publicidad…, 53.
[5] Cfr. Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)” en El libro multiplicado. Prácticas editoriales y de lectura en el México del siglo xx, Kenya Bello y Marina Garone Gravier (coordinadoras), uam-Cuajimalpa, 2020, 40-111.
[6] Op. Cit. Luis Mariano Herrera en «La producción de libros en México (1911-1960)», 69.
[7] Cfr. Genaro Estrada, Poetas nuevos de México. Antología con noticias biográficas, críticas y bibliográficas, Ediciones Porrúa, 1916.
[8] Esta obra también llega a comercializarse como Un crimen monstruoso en Mazatlán cuya trama fue descubierta por un fraile carmelita.
[9] Cfr. Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)”, 40-111.