Hay objetos en la vida que nos anclan a las experiencias y expectativas que una tiene cuando es infante. En mi caso, pienso, es un viejo mono araña de peluche que le dieron a mi mamá cuando estaba embarazada de mí y que me ha acompañado a lo largo de mi existir: lo he abrazado con emoción, estallando a carcajadas, lo he mojado con mis lágrimas y también he visto como sus ojos, pequeños círculos de canica negra, se han visto opacos a lo largo de los años. Ambos hemos envejecido un poco.
Luego pienso que, de alguna manera, llevo mis propias muñecas personales en la piel: Mulán ha sido mi lugar seguro, mi película ancla de toda la vida; Sailor Moon fue mi motivación genuina y real para aprender a leer más allá de mi pueril interpretación sobre la gráfica. Medusa ha sido para mí el cuestionamiento constante de las normas y lo impuesto. Hécate es el recuerdo de mis orígenes y la devoción por lo que va más allá de lo visible, el amor por la noche, la naturaleza, lo obscuro. Pienso que cada uno, a su manera, va coleccionando personajes, cantantes, actores, artistas… Considero también que sería realmente bello personalizarnos a nosotros mismos, a nuestra familia, los amigos, nuestros otros lugares seguros que están en carne y hueso, pero no podemos trasladar en nuestro bolsillo.
La pasión que uno tiene cuando es niña o niño a veces se desdibuja con el tiempo, los colores se pierden con el paso del tiempo y el amarillo estridente se vuelve un cálido color pastel conforme vamos avanzando en la vida, pero es válido despertar un día y quitarte las telarañas de los ojos, comprar un juguete siendo un adulto, hacernos de la compañía de una muñeca por el placer de regresar a la infancia, hacer las cosas sin miedo, sin prisa y sin vergüenza porque, como dice una de mis mejores amigas, “estoy comiendo pastel porque recordé que soy adulta y puedo comer pastel cuando yo quiera”.
Hoy, queridas lectoras y apreciables lectores, les traemos el maravilloso trabajo de una apasionada y detallista artista textil: Laura Torres nos presenta su proyecto Lilium, muñecas decorativas, donde podemos adquirir desde las más tradicionales princesas hasta una Amy Winehouse, donde podemos dejarnos ir en la inocente necesidad de tener aquello que la industria no ha puesto en disposición, aquello que es demasiado under para que lo vendan en el supermercado, pero que es lo suficientemente amado para que lo transformemos en un objeto tangible, besable, jugable y transportable, incluso ornamental en nuestros estudios y recámaras de adulto. La finalidad, creo, es llevar un poco de color y textura a esos espacios que hemos vuelto grises a fuerza de habitarlos en la adultez.
No olviden jugar, mantener los ojos de la niñez, dejarse sorprender y cuestionarse el mundo. No lo olviden, ¡juntos incenciamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero