Por: Sonia Ibarra Valdez.
Las obras de arte nacen, generalmente,
de quien ha afrontado el peligro,
de quien ha ido hasta el extremo de la experiencia,
hasta el punto que ningún humano pueda rebasar.
Cuanto más se ve, más propia, más personal,
más única se hace una vida.
Rainer Maria Rilke
Los cuentos de Antígona es un proyecto coordinado por Tomy Delgado, beneficiaria del Programa de Apoyo a la Docencia, Investigación y Difusión de las Artes (PADID) 2021, auspiciado por el Centro Nacional de las Artes; la finalidad principal fue acercar herramientas a las mujeres reclusas del Centro de Readaptación Social Femenil de Cieneguillas, Zacatecas, para contribuir a una mejor reinserción social, para ello se impartieron dos talleres, uno de escritura creativa y otro de gráfica no tóxica, cuyos resultados se compilaron en un maravilloso libro-catálogo. Aquí les comparto mi experiencia siendo participante de este proceso.
Como estudiantes de letras, una de las preguntas que frecuentemente nos realizamos es ¿a qué nos vamos a dedicar? Generalmente pensamos que tenemos un campo limitado: docente o corrector de estilo; luego nos damos cuenta de que podemos desarrollarnos en otras áreas, como ser archivistas, críticos o promotores culturales, esta última con un amplio espectro: conferencistas, talleristas, coordinadores de libros o eventos, columnistas, creadores de contenido, entre otros. Es pertinente subrayar que como humanistas es necesario que veamos más allá de los intereses o beneficios propios y de nuestro círculo cercano, pues la lectura y la escritura son actividades muy nobles que pueden cambiar la vida de las personas, mucho más de lo que imaginamos, Los cuentos de Antígona es una muestra de ello.
Así que celebro que la actual administración de la Unidad Académica de Letras acerque a la sociedad esta carrera tan bella, que se había mantenido alejada, como si sólo perteneciese a la élite letrada. Allá en el Olimpo, en el cerro. Como exalumna, creo que es de suma importancia realizar actividades que tengan un impacto real en la sociedad y que el conocimiento que adquirimos no se quede en las aulas o en nuestro círculo de amigos o compañeros, en lo banal de una discusión (ni siquiera de un diálogo) sobre cómo consideramos que debería ser la sociedad, sin hacer nada para cambiarla, quedándose todo en mera palabrería.
Insisto, como humanistas, tenemos la obligación moral de accionar, de actuar, y entre muchas de las cosas que podemos hacer es promover la lectura y la escritura entre los grupos minoritarios, que son muchos: personas con alguna discapacidad, comunidad LGBTTTIQ+, migrantes, niños, ancianos, mujeres o, como en este caso, reclusas; porque a través del arte es posible llegar a sanar al individuo y, en ese sentido, ser personas más plenas y felices.
Dentro de los talleres que se impartieron en el Cereso Femenil de Cieneguillas, Zacatecas, descubrimos que a través de la escritura y la gráfica las mujeres lograron comunicarse mucho mejor con las otras, con los otros: su familia, sus compañeras, sus superiores, y, además, al ser conscientes de que iban a ser leídas por personas fuera de su contexto, sintieron que formaban parte de esa sociedad que las excluyó, ayudando con eso a una mejor reinserción social.
En este sentido, el proyecto de Los cuentos de Antígona fue un oasis para estas mujeres, recluidas en el desierto de la incertidumbre y la frustración, comprobando que el arte fuera de la academia y de los museos se resignifica. Así, con esta publicación, se les da voz a las mujeres reclusas, se les visibiliza en una sociedad prejuiciada y abandónica.
Mediante la escritura, las internas expresaron sus historias de vida, sus miedos y preocupaciones ante una realidad que las espera en el exterior. Entre los temas más recurrentes sobresalen los feminicidios, las violaciones, la falta de oportunidades en todos los sentidos (en el amor, en lo laboral, en lo académico) y el abandono familiar: cómo regresar con sus hijos, con sus hermanos, con sus padres, si muchas de ellas fueron literalmente abandonadas a su suerte en el exilio tras las rejas.
Cabe subrayar que la mayoría de estas mujeres proviene de familias disfuncionales, marcadas por la tragedia, y aun así se puede leer en ellas un dejo de esperanza, de ganas de ser mejores, por ellas y, más aún, por sus seres queridos, aun y cuanto estos las hayan desamparado.
Una de las características de las historias que forman Los cuentos de Antígona es que todas sus protagonistas son mujeres, quienes al igual que Antígona son ejemplo de determinación, son heroínas que valientemente han superado un sinfín de infortunios y que lo siguen haciendo en el encierro. Todas representan resistencia y reivindicación, dignas de admirar por las hazañas realizadas en una sociedad mayormente indiferente ante las desgracias del prójimo.
Estamos convencidas de que la loable intención de este proyecto contribuyó, a través del arte, a que las mujeres encarceladas tengan en un futuro una mejor reinserción social al ser libres.
Lectoras, lectores, les invito a disfrutar de la lectura de los textos y de las imágenes compilados en el bello ejemplar Los cuentos de Antígona, que reflexionen y dialoguen en torno a ellos; y que, de ser posible, contribuyan mediante la literatura a mejorar nuestro entorno, que tanta falta hace.