Guillermo Romo de los Reyes
I
Cactus rondan la arena que el aire sostiene
en ocasiones levanta granitos de uno en uno
y los deja más cerca de la autopista
juego ancestral
que asfixia el tiempo desde su contenedor de vidrio
la noción de un cartucho se me vuelve plomo bajo la mirada
una noche entera cabe en este desierto
muevo los dedos
y el polvo se derrama en la brisa
por eso aquí la pulpa es inherente a los alambres.
II
El secreto en la trinchera es el abismo
orifico estacional que las hormigas deciden
mi ranura hoy esteparia
guarda coyotes
uno a uno
van extraviándose en un cielo que la lengua inventa
si muevo los dedos
me recogen
si pongo un pie en el cielo estoy de pie
si pongo un pie en el horizonte estoy de pie
la esfera
es un ceder de voluntades a quien trae la mano.
III
El sereno moja la paja bajo mi cuerpo desnudo
sereno de gotas perdidas en la dimensión que pueblo
—estáticas—
como puntitos sobre papel
ni la farsa del fuego les puede hacer humo
saldría de entre la arena
pero aquí tomas leche
y te escurre nata de los pantalones
pantano es el arco que hacen las piernas
y el semen por poco una piedra en el río.
IV
Un hilo nos bordó el estómago a las rodillas
somos cosas hirientes
remplazando matorrales
ahí donde los ojos de cuervo estrellan la noche
(Blanca Nieves pasó por aquí)
del rabo a la hoja no hay lugar para la herida
por eso los desaparecidos no sangran