Mi nombre es Atenea Cruz, soy escritora, nací en Durango, estudié la Licenciatura en Letras aquí en Zacatecas y una maestría en Estudios de Literatura Mexicana en la UDG. Entre otras cosas, tengo varios libros publicados, los más recientes son Hágalo usted misma, que salió este año, Corazones negros, ambos de cuentos; Ecos, que es una novela, y los últimos poemarios fueron Apuntes al reverso de papeles diversos y Suite de las fieras. Gané un Premio Nacional de cuento fantástico y ciencia ficción. Tuve una beca del Fonca [Fondo Nacional para la Cultura y las Artes] y unas becas locales de creación. Escribo para algunas revistas y vivo más que nada de dar talleres de creación literaria o de impartir clases de literatura en nivel superior y medio superior.
El Mechero: ¿En qué territorio te gusta moverte más? ¿En la novela, en el cuento, con qué género te sientes más a gusto? ¿Con qué te gusta jugar más o en qué hay posibilidades para hacer mejores juegos?
Atenea Cruz: Mi pasión es el cuento: leerlo, estudiarlo y escribirlo. Yo empecé escribiendo poesía muy chiquita, era niña cuando empecé a escribir poesía, pero casi al mismo tiempo, quizá un poco más adelante, yo empecé a escribir cuento y ése ha sido siempre mi gran amor. Es un género que me parece muy rico y me gusta su cualidad, que puede ser muy experimental, que puede ser lúdico, al mismo tiempo también muy denso, muy propositivo; y me gusta, sobre todo, por la intensidad que tiene y no sé si sea también la libertad en el sentido de que no te amarras como con las novelas. Me gustan mucho las novelas, el enganche que te pidan, pero yo soy más una lectora que me gusta asomarme a ver muchas ideas, muchas historias, muchas variedades de la realidad y eso me lo da el cuento.
EM: ¿Cómo construyes tus cuentos? Sabemos que te gusta la autoficción, que la manejas bien, una autorealidad ficcionada, algo así como una crónica con un poquito de ficción. Háblanos un poco de tu proceso de construcción del cuento a partir de estas herramientas.
AC: Antes que nada, soy una observadora. Entonces, muchos de los cuentos que surgen, sobre todo los de autoficción, siempre son cosas que me pasan. Tengo un gran sentido del ridículo, no para evitarlo, sino para notar cuando me está sucediendo a mí o a los demás y normalmente cuando veo estas situaciones digo: “tengo que escribir sobre esto”. La autoficción para mí es muy valiosa en el sentido de que me ha permitido tomar experiencias muy dolorosas, muy complejas o difíciles de asimilar y traducirlas a la literatura y torcerlas en una dirección distinta a las que sucedieron, verlas con sentido del humor. No voy a decir que es sanador porque no es terapia, pero sí creo que es como una sutil venganza contra la vida, como de “bueno, soy un juguete del destino, pero aquí cuando escribo ya no lo soy tanto”.
Ese es el proceso cuando trabajo cosas que tienen que ver con la autoficción, pero creo que toda la ficción es autoficción en mayor o menor medida; entonces, la mayoría de los cuentos que escribo son cosas que me pasan, que me interesan o que le pasan a gente cercana a mí y siento que tengo que escribirlas. También veo películas, que son una gran inspiración para mí, o leo libros y me pregunto cómo resolvería algo yo y eso me lleva en otras direcciones, con otros intereses. Así es como trabajo en general: voy por la vida buscando qué escribir, no siempre lo escribo, pero siempre estoy tomando nota de las cosas.
EM: Tu novela Ecos es más ficción, desde ahí ¿cómo se construye esta? ¿También tiene aportes desde la realidad o es todo totalmente una invención?
AC: Es una novela que abrevó mucho de mi vida personal, pero la supe maquillar de manera que no se notara tanto. Simplemente todo lo que tiene que ver con la cuestión del circo es algo que derivó de mi muy breve experiencia en el circo contemporáneo, cuando vivía aquí en Zacatecas, de cursos que tomé, trabajé muy poco con una compañía de teatro y de circo. También es una novela que gira en torno a la relación de una mujer con su propia maternidad y con su relación con su madre, esos son conflictos que a mí siempre me han interesado, que me han atravesado como mujer: la imposición de la maternidad, padecer la maternidad, etcétera. Más allá de que sea una historia de fantasmas, es una sobre el rencor, era una persona muy rencorosa, ahora ya lo soy cada vez menos, pero esta novela es un tratado sobre el rencor. Entonces, no se ve tan autoficcional, pero hay mucho de mí ahí.
El proceso fue totalmente azaroso porque era una idea que yo ya tenía y la había tratado de trabajar como cuento, no había funcionado y años después me invitaron a un campamento de escritores que iba a coordinar Julián Herbert, y había que tener un proyecto de novela y llegué con una idea y empecé a trabajarla, como saben se asoman las obsesiones de uno. Año y medio después salió la novela más los dos años y medio que tardé trabajando, dándole la forma que tiene y ahí está.
EM: Háblanos un poco de literatura escrita por mujeres en México. ¿Cómo es tu relación con otras escritoras, hacia dónde proyecta, desde tu perspectiva, la literatura femenina mexicana? ¿Qué tanta cancha está ganando?
AC: La situación de la literatura femenina es muy sana en esta época, todavía se puede hacer más, claro que se puede hacer más siempre porque, además, estamos trabajando contra siglos de invisibilización. Yo que soy un poco más grande, a mí sí me ha tocado ver cambiar el paradigma. De un tiempo en el que era difícil conseguir libros de mujeres a ahora que ya existen colecciones como las Vindictas, que están dedicadas no sólo a mujeres, sino a mujeres cuya obra había sido hecha a un lado. Creo que la industria editorial se dio cuenta de que [les interesaba] a los lectores, y sobre todo a las lectoras, porque fueron las mujeres las que empezaron a impulsar la lectura de las mujeres. Se dieron cuenta de que de que había posibilidades económicas ahí y muy inteligentemente lo que han hecho es apostar por las mujeres; y digo es muy inteligente porque a ellos les ha derivado en dinero, eso es un hecho, pero además el beneficio para nosotros es que estamos cada vez más cerca de muchas propuestas de escritoras.
Hay mucha gente escribiendo, pero creo que tengo un buen panorama general de la literatura contemporánea mexicana porque tengo muchos amigos en el medio y por fortuna me toca leerlos. A veces las versiones antes de que salgan sus libros, a veces me los regalan, a veces yo voy y los compro porque son mis amigos y hay que apoyarlos. Entonces, sí, estoy al pendiente de lo que sucede. Me gusta leer a los autores y autoras de la actualidad porque es un diálogo que está estableciéndose en el mismo espacio y tiempo que yo comparto y estamos en el mismo barco. Yo sí quiero saber cuál es el chismecito a partir de ellos.
Lo importante ahorita, después de este boom que está sucediendo, es mantener eso. La verdad no lo veo tan complicado, y yo soy muy optimista al respecto, porque hay mujeres escribiendo cosas maravillosas e increíbles y se están ganando unos lectores que se van a quedar con ellas porque su obra lo vale. Creo que nada más es seguir por ahí, una como escritora y como lectora tiene que hacer ese trabajo de promoción, hablar de ellas, recomendarlas, regalar sus libros, nada más para sostenerlo.
EM: ¿Cómo haces esta conciliación entre la autoficción y la literatura fantástica? Es un reto, parecería que son polos opuestos.
AC: Siento que la autoficción está mal entendida porque pensamos en un escritor escribiendo de sí mismo. Yo he escuchado a muchos amigos escritores que dicen “yo no escribo de mí porque mi vida es muy aburrida”, pues no sé, yo no siento que mi vida sea aburrida, no porque sea muy aventurera, sino porque hay ciertos detalles que a mí me gusta observar, que creo que se pueden explotar entonces en la autoficción. En mi muy particular punto de vista, [la autoficción] es tomar algo de la realidad y hacerlo ficción y a partir del hecho de que estás haciendo lo ficción, pues tú lo puedes disparar en la dirección que quieras.
A mí me interesa el cruce de la autoficción con lo fantástico porque, como les decía, es una forma de resarcir cosas que a mí no me gusta cómo sucedieron o no me gusta cómo siguen sucediendo a mí y a los demás. Entonces, yo siento que es un paso saludable, natural; saludable en el sentido de que creo que no es forzado. Yo sé que no soy la única que lo hace, y bueno, para la literatura siempre ha sido una manera de cambio, hibridar géneros. Creo que es eso nada más: tomar algo que te pasa y retorcerlo como te gustaría. Y lo fantástico: esa manera de solucionar cosas que no vas a poder hacer en la realidad porque la vida del escritor es muy plana.
EM: ¿Qué piensas de que gran parte de tu auditorio de lectores esté compuesto por personas muy jóvenes?
AC: A mí me gusta mucho. Lo que a mí me sorprende es que les gusta mucho la novela Ecos, que yo no siento que sea para gente tan joven, pero a los preparatorianos les encanta, no sé por qué. De los cuentos, quizá tiene que ver con que mi último libro serio fue Ecos, después de eso en los cuentos yo me permití que fueran más como yo. A mí me interesa mucho la ironía y el sarcasmo, y todo eso porque tiene que ver con mi personalidad. Creo que a lo mejor eso les llama: que cuando yo escribo, lo hago porque disfruto entretener a las personas y disfruto que me entretengan, cuando voy al cine, cuando leo, etcétera. Siento que los lectores se dan cuenta de eso: que yo no vengo a predicar las verdades ni explicarles el mundo ni a darles conceptos filosóficos profundos que yo no manejo, sino que estoy escribiendo por el gusto de narrar. Entonces quizás sea por ahí.