
Al hacedor de palabras…
MAR GARCÍA
A menudo pensaba en todas las formas habladas o escritas en las que se había equivocado; con la distancia de los días, advirtió que rara vez estuvo en el momento adecuado para escribir o pronunciar. En la Era de la subjetividad, todo se reducía a una cuestión de perspectiva, transformada con las horas, con el acopio obligado de hechos y opiniones,
Al punto del caos, repasaba cómo determinada serie de sucesos desencadena en un nuevo acontecimiento y lamentó que los viajes en el tiempo sólo existieran en las películas, en la imaginación o en documentos y fotografías que sobrevivieron al paso de los años. Si en la materialidad tangible, los viajes en el tiempo fuesen posibles, seguro ya habría dado miles de idas y vueltas buscando revertir o remediar aquello que sabía, debió ocurrir de otra manera.
Admiraba las conexiones que no se veían entorpecidas por la coyuntura de las palabras, los puntos de fuga creados en la ausencia de silencio. Luego, le embargaba la pena y le causaba una sensación de extrañeza pensar en el desatino de su habla, de su grafía, en las circunstancias acumuladas, en los vínculos con los otros, en los ejercicios hermenéuticos equívocos.
Las palabras nos pertenecen, nos delimitan, como el tiempo a la Historia; las hemos usado para amar, para mentir, para decir la verdad, para odiar. En su mirada, constantemente al borde del abismo, escribía y pronunciaba como juicio, como acto de redención, escribía y pronunciaba porque no sabía hacer otra cosa.