Por Ezequiel Carlos Campos
Empecé a leer la saga de Harry Potter a los 27 años. Desde entonces mi experiencia lectora se basa en encontrar un tiempo para continuar con la historia. Ahora, poquito más de un año después, leo La orden del fénix, el quinto libro, y lo estoy disfrutando muchísimo. Casi cada cuatro meses, aproximadamente, continúo el seguimiento de la historia, no porque me tarde en leerlos tanto tiempo, sino porque para mí leer sagas literarias con esa extensión debería ser como vivir una relación amorosa: iniciar con intensidad, pero ir con calma con el paso de los días para no aburrirse, hartarse o tener ansiedad por saber qué va a suceder en el futuro. Ir con calma, repito, terminar un libro y darse un tiempo, leer otras cosas en el proceso y prepararse poco a poco para continuar. Así ha sido mi experiencia con las sagas y creo que eso me ha ayudado a no perder la magia de las lecturas. De esa manera terminé, en dos años, La torre oscura de Stephen King, aunque en aquella ocasión —mi primera experiencia con las sagas— la demora sucedió porque no conseguía los libros, en ese entonces casi no había reediciones, se encontraban sólo en librerías de viejo y carísimos. Tuve paciencia. Hallé el primero, lo leí, y así, mes tras mes, logré conseguir los demás y terminar la saga y mi vida no fue como antes.
La vida cambia cada que leemos un libro, nuestras percepciones mejoran al descubrir historias que nos marcan, y sabía que Harry Potter lo iba hacer en mí. Yo no fui parte de la Generación Harry Potter, aquellos niños y adolescentes lectores formados por esa historia, pero mi hermana sí. Recuerdo que ella me enseñó parte de ese fanatismo, o por lo menos lo encontré con ella: cuando veía que gastaba sus domingos en esas bellas ediciones en pasta gruesa de Salamandra o pedirlos en casi todos sus regalos de cumpleaños… la recuerdo, también, leyéndolos, contándome qué sucedía, emocionada por ver las películas o esperando las nuevas que estaban saliendo, ir al cine, ser una Potterhead. Mi infancia no estuvo rodeada de libros, excepto los de mi hermana, cuyos ejemplares estaban acomodados y puestos en una zona importante en su habitación.
Todo esto lo recuerdo ahora, casi veinte años después de que mi hermana empezó a leer la saga; estoy aquí, escribo este texto junto al quinto libro de Harry, preguntándome por qué me atreví a leerlo hasta ahora, cuando mi experiencia lectora, en teoría, debería llevarme por otros rumbos. Escribo esto el 31 de julio, una de las fechas importantes de la historia, el nacimiento del protagonista, día que podría ser, junto con el Día Internacional de Harry Potter (el 2 de mayo) uno de los más importantes. No pude acudir a una tradicional reunión que se realiza en una café del centro de la ciudad, donde se juntan los Potterhead locales y toman cerveza de mantequilla, se ponen sus capas y cargan sus varitas para mover objetos en su imaginación. En el nacimiento de Harry leo el quinto libro de Harry Potter, me imagino que estoy en el evento y traigo mi outfit de la casa de Slytherin. A como voy, estaré terminando de leer la saga el próximo año, y esos meses estaré leyendo los otros libros que complementan el mundo mágico y, quizá, cuando cumpla treinta años, podré decir que he leído todo lo relacionado a Harry Potter. Ya no soy un joven lector. Disfruto de este mundo a una edad no tan adecuada, creo, pero nunca es tarde para leer una historia de este tipo, porque me imagino a mí mismo de niño leyéndola y sorprenderme igual que lo hago ahora: la magia de los libros no tiene caducidad.
Me encantan tus libros y publicaciones mi querido escritor zacatecano favorito y te faltaba comentar sobre Harry Potter yo llevaba a mis hijos al cine y me enamoré de la saga