ENRIQUE GARRIDO
Imaginemos vivir en un país dividido, donde la violencia acecha y la muerte sucede a cada momento; donde, por una guerra civil, todos han perdido a alguien, un hermano, una hermana, primos, padres, abuelos; ¿qué hacer con las personas que se fueron sin decir adiós consumidas por una vorágine de crueldad, víctimas de la deshumanización?, ¿cómo preguntarles si sufrieron o sufren?, ¿qué hay más allá?, ¿qué hay después de la luz?
Sucedió por allá de 1860, cuando, en EE.UU., hubo un conflicto entre los estados del norte (la Unión) y los estados del sur (la Confederación) por opiniones respecto a la esclavitud. Al final, dicen que triunfó la Unión y se abolió la esclavitud (o se cambió a nómina) en Estados Unidos. Dicho contexto estuvo plagado de olor a deceso y crimen, arrebato y ensañamiento, crueldad e inhumanidad.
Frente a esta infamia y muerte, las familias sufrían pérdidas sin la posibilidad de vivir el luto adecuado, por lo que fue caldo de cultivo para una ola de ocultismo: reuniones espirituales con médiums, sesiones de espiritismo y lecturas de cartas del tarot fueron muy populares. Por su parte, la Kennard Novelty Company comercializó en 1890 su «maravilloso tablero parlante»…
La ouija fue el medio con el que la sociedad encaró los primeros años de la Primera Guerra Mundial y de la epidemia de gripe de 1918, pues era la manera en la que podían entablar contacto con sus familiares. También pasó a ser un juego romántico, pues en 1920 era perfecto en las citas, ya que los fantasmas suelen ser excelentes consejeros amorosos.
Fue en la alocada década de los 60 con los asesinatos de la familia Manson y el auge de la iglesia de Satanás, promovida por Anton Szandor LaVey y de la cual Marilyn Manson es reverendo, que este juego adquirió un matiz diabólico, el cual se consolidó con la famosa adaptación al cine de El exorcista del director William Friedkin. Sí, su fama se la debe a la cultura pop.
No cabe duda que la mayoría de las historias de posesión empiezan con alguien que jugó a la ouija de forma irresponsable, lo que abre un portal que permite que se les meta el chamuco, porque el diablo no se mete en cualquiera, sólo en el imprudente. Ahora bien, para quienes hemos visto su funcionar, es precisamente en el movimiento de la tablilla lo que hace al más grande ateo persignarse por si las dudas.
Pues bien, su movimiento se lo debemos al efecto ideomotor. De acuerdo con investigaciones de la Universidad de Columbia Británica, se trata de un fenómeno psicológico por el cual las personas realizan movimientos inconscientes, los cuales suelen ser imperceptibles a simple vista, a esto le añadimos el ambiente de sugestión que se genera.
Ahora bien, para los amantes de lo fantasmagórico y poético, dichos estudios arrojaron otros aspectos del fenómeno. Resulta que el tablero puede ayudar a acceder a conocimientos almacenados en nuestro subconsciente, pues, en los experimentos, los participantes respondieron correctamente a preguntas más del 65%de las veces cuando utilizaban la ouija, en comparación con el 50% cuando respondían al azar.
Siempre he creído que la verdadera muerte está en el olvido y que en un lugarcito de nuestro interior habitan nuestros muertos. Lope de Vega lo escribió así: “La muerte para aquél será terrible/ con cuya vida acaba su memoria, /no para aquél cuya alabanza y gloria /con la muerte morir es imposible”. Por ello, pienso que muy en el fondo, la ouija tiene algo de real, y allí, en un rinconcito de nuestro subconsciente viven nuestra gente querida y de vez en cuando salen en forma de una expresión, una frase, una anécdota, un recuerdo y en la sonrisa de sus nietos.