Salirse de los márgenes y romper los límites, abrazar la fraternidad que te deja cualquier actividad que te apasione. Llevar entre las manos la delicadeza de un ave y el caparazón de un ermitaño para que –al unísono- entablen un diálogo entre la dureza del concreto y la tibieza del recuerdo de un hermano que se ha ido, de los amigos que ya no están, que se quedaron en el camino o simplemente viraron el timón a otro extremo del globo.
Ser punk es ir por la vida vestido –con estereotipos y sin ellos- dispuesto a romper los muros, la escena y en la actualidad hasta los techos de cristal, continuar en el mundo del rock también es sobrevivir y tener el ímpeto de sostenerte frente al horizonte y observar cómo el oleaje rompe contra el barco, con la certeza de que se vino a este mundo y eso es suficiente para prever que, así como las historias sostienen al mundo, las canciones le mueven las caderas para que las cabelleras sean libres.
No hay nada más punk que romper, además, con aquellos paradigmas con los que hemos crecido y con aquellos que vamos adhiriendo a nuestra piel. No hay nada más punk que volver a los orígenes para rehacer nuestras propias interpretaciones, dejar que se ericen los poros con la guitarra, el bajo, una buena bataca y la voz que aclame las fuerzas de lo que se calla constantemente.
Buena Mierda, presente, zacatecanos dispuestos a comerse al mundo y desinteresarse después de eso, ser nihilistas y simples espectadores, dejar un vestigio y toparse –sin temor a nada- contra las montañas de los prejuicios que habitan en la sencillez de un campo con espinas y puños de tierra porque “Todo se oscurece”, pero “Hay borracheras” para curarse de la vida cotidiana con los compas, porque ser el nuevo punk también es dejarse ver vulnerable, aunque eso signifique ir “Ciegos de miedo”.
He aquí, estimados lectores, una banda zacatecana que está llegando a decir Mastica & Escupe y sigue caminando, ya vendrán más senderos y, mientras dure lo que la vida dure, no te detengas y si te detienes que sea para contemplar hasta donde nuestras alas alcancen porque tampoco hay nada más punk que respirar y hacer lo que nos apasiona, porque no hay nada más punk que inmutarse y moverse al mismo tiempo porque reinterpretando a nuestros amigos de Buena Mierda: no hay nada más punk que romperse desde adentro, desde uno mismo.
No hay nada más punk que abrazarse a nuestros queridos amigos, nada más punk que dialogar y hacer nuestros los callejones que nombra un escritor que se vuelve nuestro compañero más personal en las caminatas de la ciudad que nos ve desde las orillas meternos las manos en los bolsillos y continuar, a veces fracasados, a veces con las mejillas adoloridas a causa de las sonrisas y otras veces buscando 10 pesos en la cartera para completar una cerveza más en nuestra banqueta favorita. Mi más sentido pésame a nuestro colega Alejandro Ortega Neri, quien hace suyo el duelo de la muerte de McCarthy con una charla directa entre ambos sentados en la Plazuela de Guadalajarita y cuyo vestigio será atestiguado en el sonido del tren, en un collar de plata y en las calles “estrechas y tortuosas” de una Zacatecas petrificada en una novela.
Mónica Licea nos sensibiliza ante la pérdida, las preguntas genuinas que germinan tras la despedida, los chillidos que circundan en nuestros oídos con los consuelos y las oraciones póstumas que hacemos para nosotros mismos, pero sobre todo escuchar los cantos de la madre, tras la muerte de un hermano.
De igual manera, ante ustedes, nuestras ya acostumbradas colaboraciones que nos hablan de la vida, la ciencia, nuestra propia historia y los conceptos que cargamos sobre los hombros: las reflexiones sobre “¿Qué hay detrás de la palabra ‘puto’” de Eduardo Piedra, en la que se nos confronta con una realidad inmediata en la que por lo menos una vez hemos atestiguado y activamente aportado a un problema real.
También Alberto Avendaño comparte con nosotros “Jorge Eduardo Eielson o cómo pintar sobre la cara oculta de una nube” y con esta colaboración la experiencia estética de su niña de ocho años que entiende la poética de los colores, que siente el amarillo, el verde, el rojo y el azul, con sorpresa, con inquietud, con desagrado, con felicidad.
Perla Rosales nos informa sobre la “Emergencia climática y olas de calor” para combatir la incertidumbre y tomar decisiones más certeras mientras nos comemos un hielito o nos tomamos un café bien caliente para combatir fuego con fuego.
Pero si hablamos de lo que somos, de nuestra atmósfera, de nuestros duelos y las experiencias que generamos, no podemos perdernos las introversiones de Ezequiel Carlos Campos, quien nos habla de “Escribir una novela sobre nuestra vida”, de nuestro proceso lector, de nuestras reminiscencias al encontrar una página o dos que nos describen en la autoría de alguien más, ese loco proceso de decir sí soy, las lecturas necesarias, “el juego entre la ficción y la realidad, la verdad y la mentira”.
Para finalizar, en la gráfica tenemos a una artista visual propositiva, sin miedo, con un diálogo directo con la finitud, la fealdad y la esperanza representada con flores en un cráneo: aquí una pequeña muestra de Zulema Gaeta, a quien igual fija en papel que en pieles de manera permanente, porque no hay nada más punk que ser escritor, músico, tatuador, fotógrafo, científico y lector. No hay nada más punk que reinterpretar el mundo, tomar aire y gritar desde el acantilado: ¡Incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero