Por: Óscar Édgar López*
La cerveza tiene entre sus virtudes el inducir en el bebedor grandes ideas, ideas geniales o simplemente ideas novedosas. Una noche de cerveza y charla entre un nutrido grupo de aficionados a la cebada líquida en fermento, nació el impulso de conformar un grupo de estudio, un círculo de enseñanza que sirviera de plataforma para subsanar nuestra desocupación laboral y endulzar, por supuesto, las largas jornadas etílicas.
Aquel grupo se llamó “El tren” y se descarriló apenas a un año o poco más de ser fundado, no es este el lugar para desentrañar los líos que lo llevaron a la debacle, sólo lo menciono como el antecedente directo de lo que vino después; un errar vagabundo por el desempleo, el ocio y la inactividad mortales. Entonces decidimos que nos daríamos trabajo, usaríamos los aprendizajes adquiridos en la universidad e iniciaríamos una editorial.
Aquella iniciativa necesitaba un nombre, no podíamos lanzar publicidad sin contar con alguno, fue entonces que pensé en darle vida a un personaje a partir del sobrenombre que mi madre me había puesto en alusión a mis raídas ropas negras y mi aspecto eterno de pájaro holgazán: chanate… el chanate; no, aún no calzaba bien, pues, aunque rítmico, breve y pegajoso no terminaba por complacernos. Bueno, es que no es cualquier chanate sino El Rey Chanate, dijo mi querido amigo y colega Óscar Manuel Caldera y así nació nuestra pequeña agencia editorial.
Los primeros trabajos fueron el rescate y apoyo a distraídos escolares que por razones diversas no atinaban a concluir o siquiera comenzar con las más variadas tareas: desde un simple cuento a una tesis de derecho mercantil. No teníamos un mar de solicitudes, pero habíamos logrado dar empuje a una iniciativa noble y honesta, a fin a nuestras carreras universitarias.
Por aquel entonces comencé a rentar una casa en el centro histórico de Zacatecas, capital. La vivienda ya había sido morada de mi socio y colega mencionado dos párrafos arriba, y era el punto de reunión de aquellos vástagos de la noche bohemia que conformábamos el variopinto grupo de amigos.
Una tarde en la que me dirigí a tomar un taller de edición de fanzine, encontré a la coordinadora muy angustiada, pues las autoridades culturales le habían quedado mal con el préstamo de mobiliario e instalaciones; le dije que mi casa estaba disponible, que tenía sillas, mesas y que ahí podríamos hacer el taller. Fue todo un éxito, asistieron más de cincuenta personas a la muestra final y así fue como se iniciaron seis años de eventos, exposiciones, lecturas, presentaciones, talleres, cineclub, cátedras, hasta consultas chamánicas y limpias con pirul.
El colectivo de fomento cultural y creación artística Rey Chanate ha fungido desde el año 2017 como catalizador del discurso creativo de las generaciones jóvenes de artistas y ha promovido el diálogo con los creadores de carrera sólida, así como con académicos, funcionarios y promotores del ámbito cultural. El núcleo de este grupo de creación y difusión lo conforman: Óscar Manuel Domínguez Caldera, Édgar Ibarra Luna, Bardo Garma y Óscar Édgar López Martínez, el que esto escribe, nuestros queridos padrinos: Tarsicio Pereyra (q.e.p.d), Alejandro Neri, Nelson Guzmán Robledo, Gonzalo Lizardo y nuestra enormemente bondadosa madrina, Anna D’Amore Wilkinson; por las habitaciones del “nido del chanate” han desfilado: pintores de sopas instantáneas, dibujantes “darks”, ilustradores comerciales, niños que garabatean, viejos lobos del pincel, queretanos, poblanos, potosinos, mexiquenses, duranguenses, chilenos, argentinas que pedían Fernet, fresnillenses que exigían café helado, un escocés, dos colombianos, españoles, una hija del Perú, artistas callejeros, artistas de bienal internacional y muralistas de restaurante popular, fanzineros, músicos de academia, pianistas de hotel, travestis que imitan a la Trevi y cantores a lo Spinetta, una cantante de jazz y otra de trova, artesanos, cartoneros, editores y profesores: de primaria, de secundaria, de prepa y de posgrado; directores de facultades, empleados de oficina, adictos y apadrinados conversos, peyoteros y sobrios irredentos, coquetas, lesbianas y feministas separatistas, acusados, acosados, ex reos, pandilleros, un asesino que nos robaba la luz, un señor de Xochimilco; arqueólogos, peritos, quinceañeras, ancianos enfermos, sabios marxistas, tontos demagogos, rockeros de guitarra aérea, tatuadores de todo estilo, amantes de los animales, carnívoros, veganos y vegetarianos, magos, brujas, una que se quería mear en las escaleras, muchos reporteros, conductores de noticias, dos del ayuntamiento, un poeta laureado, treinta y tantos de primera publicación, fotógrafos de la noche, hacedores de lencería, modistas del callejón, promotoras de la salud, enfermeras y doctoras, médicos con morfina en la cajuela, atalayas, católicos y agnósticos, terraplanistas, fanáticas del presidente, adoradores de Satán, ladrones de carteras, fabricantes de helado, baristas, cantineras; poetas breves, novelistas de ocasión, narradores contratados, anarquistas de librería, pulqueros, mezcaleros, masajistas, cellistas, soneros, huapangueros… a todos se les ha dado espacio y tiempo para dialogar, y eso es lo más hermoso que ha sucedido en este espacio, la posibilidad de mantener un diálogo franco con los otros, con los que no son ni se nos parecen, porque al final esta es la tarea de un centro cultural: crear comunidad aceptando lo que somos, buscando lo que perdimos y aspirando a lo que deseamos.
*Director de la galería Rey Chanate.