Por: Tomasa Delgado Flores*
El primer acercamiento que tuve con el personal administrativo del CERESO femenil de Zacatecas para iniciar, en aquel momento, el proyecto Metamorfosis, Trazos de Libertad, me dejó pensativa ¿Qué buscaba al impartir esos cursos? ¿Qué resultado quería lograr? ¿Qué beneficio tendría en ellas? Quizá, más que preguntas, era el miedo a lo desconocido que me generó en ese momento entrar a las instalaciones.
Esperé impaciente la respuesta del Centro y fue positiva, era preciso afianzar el proyecto y tener un equipo participativo y empático, sin lugar a dudas, se logró y se culminó con gran satisfacción ese primer proyecto.
Vino la pandemia y con ella nuestro encierro, el estar en la casa por tanto tiempo y luego salir por periodos cortos me hacía sentir insegura, incómoda, no quería socializar pero, contradictoriamente, estar en la casa me generaba estrés. Las actividades que me estabilizaban emocionalmente eran: la lectura, las series o películas, colorear mándalas, por decir algunas, pero la mayoría de ellas tenían que ver con las artes y ahí empezó a tener sentido.
Paulatinamente regresamos a las actividades, entre el miedo y la desconfianza, el gusto y el disgusto, sin duda habíamos sufrido una gran transformación. Pensé en el proyecto Metamorfosis y en lo vivido en pandemia, mi deseo era regresar al CERESO, ahora, con más experiencia y con más certeza, empecé a redactar el Proyecto Los Cuentos de Antígona, esperando que alguna convocatoria se abriera y mandarlo, así fue como salió beneficiado en la convocatoria PADID 2021.
El resultado me llenó de felicidad, la experiencia previa con Metamorfosis y mi experiencia personal con el confinamiento fueron los hilos conductores que guiaron el desarrollo del proyecto y dieron respuestas más justificadas a mis preguntas iniciales. El acercamiento al arte a las PPL del CERESO femenil se dio en dos sentidos: uno la creación de un cuento y dos la ilustración del mismo, los grupos trabajaron de forma asincrónica en un taller de escritura creativa y otro de gráfica no tóxica, al final se editaron 29 textos y 50 ilustraciones realizadas en linóleo en un libro denominado Los cuentos de Antígona.
Mientras los cursos se desarrollaban los monitores: Sonia Ibarra, Rito Espinoza, Alfredo López y su servidora, observábamos como las participantes iban adquiriendo ciertas habilidades y conocimientos que les daban confianza y podían expresar con mayor facilidad sus emociones y sentimientos, el grupo estaba más integrado y entre ellas mismas interactuaban, actividades que para nosotros parecen sencillas, pero que al inicio no las podíamos observar. Poco a poco, la dinámica del grupo fue cambiando y en los tres meses que duró cada curso, su confianza y sus habilidades fueron en aumento. ¿Qué buscamos al llevar estos cursos en estas instituciones? Primero, lograr visibilizar un sector de la población olvidado y relegado y, segundo, aumentar el abanico de posibilidades para que tengan herramientas que les permitan lograr un desarrollo integral y así disminuir la probabilidad de reincidencia delictiva.
Los cuentos y las ilustraciones que contiene el libro son diversas y cada una expresa la visión de cada participante, son narrados e ilustrados de una manera sencilla, pero potente. Sin más, lo invito a que socialice el libro y disfrute la lectura.
*Coordinadora de Los Cuentos de Antígona
Encuentra aquí Los cuentos de Antígona