ANAI CASTILLO
La lucha de las mujeres existe desde hace mucho y desde muchas trincheras. La nuestra es desde la luz y el sonido.
Fotógrafas, reporteras, camarógrafas, productoras, periodistas, sonidistas, cineastas, comunicadoras… todas tenemos algo en común: el amor y la pasión por profesiones que hasta hace poco seguían acaparadas por el género masculino.
No sé ustedes, pero qué gusto da mirar a una mujer haciendo lo que le apasiona, disparando flashazos, informando realidades, comprendiendo un espacio para en conjunto con sus elementos contar una historia.
Poco a poco abrimos la brecha para darnos paso, pero no es fácil llegar, el camino está lleno de críticas, de machismo, de cuestionamientos sobre nuestras capacidades, de obstáculos que realmente existen en los medios de comunicación y la industria del entretenimiento para frenarnos.
Cuántas veces no se nos preguntó si podríamos, si no sería mejor que, por nuestro género, sólo nos dedicáramos a ser imagen.
En los medios había y hay cabida para las mujeres, claro, pero sólo en los puestos que se creían “aptos para nosotras”: conductoras, “chicas del clima”, espectáculos y muchos otros y, está bien, pero ¿qué pasa si yo no quiero eso o, peor aún, no tengo los “estándares de belleza” para pararme frente a una cámara o estar detrás de un micrófono?
¿Qué pasa cuando no quieres ser eso, cuando lo que te llena está detrás de una lente, de un boom, de un master, de un steadicam o de una cabina de edición de audio?
A lo largo de mi vida profesional tuve la fortuna de rodearme de mujeres que me hicieron ver que se podía llegar a donde quisiera; conocí sonidistas, directoras, actrices, fotógrafas y todas, absolutamente todas, me dijeron en algún momento: “no te dejes”.
Yo comenzaba mi vida laboral y no entendía muy bien de qué hablaban, pero con el tiempo lo fui comprendiendo.
En realidad siempre defendí mis lugares de trabajo y orgullosa aseguraba que jamás había sufrido alguna discriminación por mi género… qué equivocada estaba.
Veo en retrospectiva y me doy cuenta que sí y varias veces. Cuestionamientos sobre si podía una cámara y un tripié, que si era verdad que le entendía a “esos fierros”, en producciones grandes dejarme los tiros más alejados porque igual y no “le sabía bien”, cuando tenía más preparación académica y años de experiencia laboral que mis colegas.
Cuando trabajé en una televisora, si mis compañeros varones no balanceaban blancos correctamente (sólo por mencionar un ejemplo), era un error que pasaba desapercibido, pero si yo tenía el mínimo error…
Y eso es algo que pesa no sólo en nuestra área, en cualquier otra también. Ser mujer y desempeñarte en cualquier ámbito implica el triple de esfuerzo porque, además de hacer bien tu trabajo, tienes la carga de hacerlo bien para no ser criticada porque recae en ti la obligación de hacer quedar bien a todas las mujeres ante los ojos de los demás y sobre todo ante los ojos de los hombres.
Espero que con el paso del tiempo, todas, desde lo que sea a lo que nos dediquemos, lleguemos al punto de hacerlo por amor a nuestra profesión y no por obligación. Espacios seguros en los que se nos valore por nuestras cualidades laborales y que cada vez más se abran las puertas de par en par para los grandes talentos que guarda cada una de las mujeres de este mundo.