Fotografías: Cortesía
Soy Tulio Cortés, tengo 27 años, soy originario de Zacatecas. Desde muy pequeño mis papás me inculcaron una búsqueda creativa, también porque ellos se dedicaban al arte. Desde ahí comenzó a desarrollarse mi interés por el arte y, conforme fui creciendo, empecé a tomar cursos —primero de verano, cuando era muy niño— enfocados en la expresión artística.
TULIO CORTEZ: Probé varias cosas: dibujo, gráfica, pintura, incluso escultura. Una vez tomé un taller de fotografía estenopeica en la Fototeca, con Pedro Valtierra y otro maestro que se llama Luis Caballo. Pero la foto quedó pendiente, como en pausa, hasta muchos años después, casi cuando estaba en la preparatoria y tenía que decidir a qué quería dedicarme.
Estaba entre antropología y algo relacionado con el arte. Entonces un amigo me regaló un disco duro lleno de películas, y ahí me eché un clavado: había cine clásico nacional, italiano, francés, mexicano… me di cuenta de que en el cine ocurrían muchas cosas a la vez: la fotografía, la escritura, la actuación, el sonido, la iluminación, el documental.
Pensé que, si me dedicaba al cine —sin saber realmente todo lo que implicaba—, tendría la oportunidad de seguir explorando el mundo y la vida de distintas formas. Así que tomé la decisión y decidí estudiar cine.
Siempre escuché hablar del CUEC (que ahora es ENAC) y del CCC, las dos mejores escuelas de cine en México, y siempre estuvieron en mi radar. La primera vez que salí de la prepa y podía aplicar a la universidad, se me pasó el examen del CCC por fechas, se me fue la UNAM. Intenté aplicar al CUEC, pero era un proceso más largo: primero tenías que entrar a la UNAM y cursar un año en otra licenciatura. Lo intenté, pero no quedé. Entonces me fui a una escuela de cine en Querétaro que se llama Arte 7, justo en su primer año.
Ahí me di cuenta de que sí era el cine lo que quería, pero no pude explotarlo del todo. Al año siguiente volví a aplicar al CCC, quedé, y mi vida cambió por completo. Me vine a vivir a la Ciudad de México y aquí sigo, ya haciendo la tesis.
EL MECHERO: El cine tiene muchas aristas —guion, fotografía, dirección—, ¿a qué fue lo primero que te interesó dedicarte?
TULIO CORTÉS: Cuando entras al CCC tienes que elegir entre dirección o cinefotografía desde el momento en que aplicas. Me metí a cinefotografía. Sabía que había hecho foto antes, aunque no tanto, pero cuando entendí mejor cómo funcionaba el cine, me interesó la fotografía.
El hecho de estar detrás de la cámara me hacía sentir más cómodo. Siempre he sido un poco introvertido, así que no se me daba tanto dirigir actores o crear mis propias historias. Me especialicé en cinefotografía, y luego, después de terminar la especialidad, los dos primeros años incluyen el año de documental. También los fotógrafos tenemos la oportunidad de dirigir nuestro propio documental.
De ahí surgió Máquina 30-30, que filmamos en Zacatecas. Fue como redescubrir el cine, porque antes solo había hecho películas de ficción, con actores, sets, iluminación, veinte o treinta personas trabajando al mismo tiempo.
Al entrar al documental descubrí que el cine tenía muchas posibilidades: podías hacer una película tú solo, con una cámara, filmando lo que ocurre en el mundo y encontrando un sentido —tal vez más abstracto— sin necesidad de un guion tan preciso. Me gusta mucho también hacer ficción, pero el documental fue otro descubrimiento. De ahí nació Máquina 30-30.
EL MECHERO: Háblanos de Máquina 30-30. Para el público zacatecano el nombre es muy familiar, pero ¿qué significa para ti?, ¿cómo llegas a la historia?
TULIO CORTÉS: Siempre me ha llamado la atención la migración del ser humano: cómo los éxodos han constituido nuestra historia y quiénes somos. Quería filmar en Zacatecas, y esas dos cosas adquirieron sentido juntas.
Investigando, supe que Zacatecas es uno de los estados con más migración a Estados Unidos. Antes de la conquista, quienes vivían ahí eran nómadas. Después, con los españoles, Zacatecas se volvió un punto importante de minería y comercio. Está en el centro del país, una geografía que, de alguna forma, escribe su destino: es un lugar con salidas hacia todos lados.
El tren pasa por Zacatecas, y eso también me interesaba como otro tipo de migración. Quise hablar de la migración desde distintas perspectivas, no solo la del paisano que se va a Estados Unidos. Quería complicar un poco la idea de lo que significa migrar en Zacatecas, explorar lo que tenía cerca, lo que conocía. Así nació la idea: una serie de viñetas sobre la migración, pero desde un lugar no tan conocido.
Conozco a Sarah Göaer, quien llegó hace muchos años a Zacatecas y se quedó a vivir ahí; el arte la impulsó. Esa es también una forma de migrar, pero más privilegiada, con pasaporte.
Por esas fechas conocí a una amiga que me conectó con un grupo que apoya a migrantes que viajan en el tren, Máquina 3030 Amor sin Fronteras, que se reúnen cerca de San Fernando, en la zona donde pasa el tren. Fuimos a filmar con ellos y con migrantes de Centro y Sudamérica que esperaban subir al tren. Esa fue otra de las viñetas.
Otro personaje del documental es Nattus. Al final funcionó muy bien: Natus quedó como un personaje misterioso, místico, casi mágico. En una escena encuentra un mineral en la cueva, y eso resuena con las otras historias de forma abstracta. Añadía un toque de ciencia ficción o de narrativa simbólica que me gustó mucho.
Como conozco bien los cerros de Zacatecas —la Bufa, las Antenas—, esa geografía me ayudó a conectar las historias. En casi cualquier parte de Zacatecas se escucha el tren; ese sonido une las historias de Sarah, las personas que apoyan en San Fernando y Nattus, que observa desde las alturas. La geografía fue para mí un elemento narrativo esencial.
EL MECHERO: El documental ha tenido buena recepción. Se ha presentado en festivales y busca participar en un concurso. Cuéntanos un poco.
TULIO CORTÉS: La primera proyección fuera del CCC fue en el Festival de Fresnillo, donde ganó el primer lugar en Corto Nacional. Después se estrenó en la Ciudad de México, en Shorts México, que tiene muy buena difusión.
Ahora está en el Festival José Rovirosa, organizado por la Filmoteca y Cultura UNAM, y se proyecta en línea. Para mí era importante que lo viera gente de Zacatecas: ahí se ven los paisajes, el tren, la ciudad. Todos escuchamos el tren, pero pocas veces pensamos que va lleno de gente. Ese era el objetivo: invitar a mirar lo que sucede a la vuelta de la esquina.
EL MECHERO: ¿Qué viene después de este documental? ¿Seguirás con el documental o planeas hacer ficción?
TULIO CORTÉS: Ahorita estoy chambeando como cinefotógrafo, que también me encanta: hago cortos y documentales con amigos, principalmente fotografiándolos. También estoy trabajando en mi tesis, que voy a filmar en Zacatecas; ya grabé algunas partes.
EL MECHERO: ¿Dónde puede encontrar la gente tu trabajo?
TULIO CORTÉS: Mi trabajo de foto fija está en Instagram @tuliocortez_ y tengo una cuenta de Vimeo https://vimeo.com/user71296833 con varios ejercicios y ensayos de video.
EL MECHERO: ¿Algo que quieras compartir con el público de El Mechero?
TULIO CORTÉS: Pues que estaría chido que vieran el documental. Al final, creo que las películas —y toda obra— cumplen su ciclo cuando alguien las ve y se genera un diálogo. Así que la invitación está abierta: si les provoca algo, o incluso si no, me encantaría platicar sobre ello.
¿DÓNDE VER Y VOTAR?
El joven cineasta zacatecano Tulio Cortez participa en el 7° Festival de Documental José Rovirosa con Máquina 30-30, producción del CCC con apoyo del Instituto Zacatecano de Cultura. El filme compite por el Premio del Público en la plataforma Cultura en Directo UNAM.
Ver y votar en: https://culturaendirecto.unam.mx/7-festiva…/maquina-30-30/






