JORGE L. CASTAÑEDA
En medio de los cambios que se han experimentado en el sector educativo en los últimos seis años, la Nueva Escuela Mexicana se presenta como una alternativa por generar un cambio detonante a lo que entendemos y por enseñanza y aprendizaje. Se plantea como un cambio que no se limita a la reorganización de los planes y programas; sino que pretende poner al centro una serie de principios que buscan orientar la formación de niñas, niños y jóvenes hacia una vida plena, crítica y comprometida. A esto principios se les denomina en plan de estudios: Ejes Articuladores, y aunque el término suena técnico, en realidad se contemplan como la parte más sensible de la propuesta.
Los ejes articulados no son temas o hechos discretos, ni una lista de contenidos por atender. Se conciben como hilos conductores que se entrelazan a través de todos los temas y todas las actividades escolares. Discutir sobre inclusión, pensamiento crítico, igualdad de género, vida saludable, educación estética o interculturalidad crítica positiva significa reconocer que la escuela no puede limitarse a la enseñanza de fórmulas o fechas, sino que debe acompañar a las personas para construir una visión de su país más justa y consciente. Son lo que subyace al aprendizaje y evita que sea solo un montón de piezas dispares sin aplicabilidad a la vida real.
Entonces, ¿para qué sirven, entonces? Su valor reside en acercar el conocimiento a las comunidades de manera más académica. Pagan el precio de asegurar que lo que sucede dentro del aula se involucre con los problemas, desafíos y sueños que están fuera del aula. Esto significa que ninguna clase de ciencias está confinada al trabajo de laboratorio, sino que pretende involucrarse con la salud, el medio ambiente o intentos cotidianos hacia soluciones sostenibles.
La instrucción en lectura no solo genera habilidades en comprensión, sino que también ejercita la cultura, la creatividad y la capacidad de cuestionar los discursos sociales. Tal vez sea también su mayor virtud, que los ejes sirvan como puentes entre lo que enseña la escuela y un punto de partida sobre lo que la vida requiere.
Naturalmente, nada de esto tendría sentido si solo se queda en papel. Su verdadero propósito surge en la clase práctica. Son lo que los docentes usan para orientar sus decisiones: qué planificar, qué estrategias emplear, qué evaluar, cómo asegurar que el aprendizaje sea significativo. Cada iniciativa educativa de este tipo debería reflexionar sobre si: ¿apoya el pensamiento crítico?, ¿abrirá espacio para la igualdad de género?, ¿sirve para promover la diversidad cultural?, ¿incentiva la salud y el cuidado ambiental?, Si la respuesta es sí, entonces recitar el eje es una experiencia viva en el aula. Ciertamente, desde esta idea, la tarea es enorme.
Los ejes no son indicativos, necesitan formación, acompañamiento, creatividad y, sobre todo, dedicación. Imploran a los docentes a romper la rutina, imaginar de manera innovadora la enseñanza y tener la audacia de atreverse. También llaman a las instituciones a proporcionar el apoyo necesario de materiales, espacio para la reflexión y el trabajo colectivo.
Sin ello, los ejes corren el peligro de ser poco más que un indicador adicional en la burocracia escolar. Por mi parte, diría que los ejes articuladores son los puntos culminantes de la Nueva Escuela Mexicana porque nos recuerdan que la enseñanza no es un negocio de transferencia de información, sino una labor de formar seres humanos que puedan intervenir en su propia realidad. En el contexto de un mundo marcado por enormes desigualdades, violencia, desastre ambiental, insistir en la posibilidad de inclusión, de sensibilidad estética, de vida saludable o de la construcción de ciudadanía crítica es una forma de compromiso que es tanto urgente como profundamente ética.
La educación debe dejar de ser algo completamente apartado de la vida. Los ejes articuladores son un llamado a sostener cada clase, cada proyecto, cada encuentro docente-estudiante que pueda plantar semillas de conciencia y justicia. Si logramos que esas semillas germinen en cada escuela del país, habremos dado realmente un paso hacia una educación que no solo instruye, sino que también humaniza. ¡Hasta la próxima!