ENRIQUE GARRIDO
En una enigmática torre, un ladrón y un alquimista descifran un secreto místico: la transmutación de la materia. ¿Se puede cambiar la esencia de algo?, ¿de alguien? El alquimista es un hombre sabio, conoce la naturaleza de las cosas, su fragilidad, donde lo único estable es el cambio: “You are excrement. You can change yourself into gold”, le dice, para luego realizar el ritual, una operación donde el ladrón es introducido en un horno alquímico cuya forma de huevo expresa un nacimiento, un nuevo estado. The Holy Mountain, película mexicana dirigida por Alejandro Jodorowsky en 1973, es un verdadero manifiesto surrealista y de libertad creativa, donde se profundiza acerca de las posibilidades de cambio, de transmutar, de trascender…
La alquimia, una práctica milenaria, combinaba métodos empíricos con símbolos esotéricos. Dicen que se originó en el antiguo Egipto, donde sacerdotes mezclaban ciencia, magia y metalurgia, además de regirse bajo la máxima del conocido, pero no comprado, Hermes Trismegisto: “como es arriba, es abajo”. El famoso principio de correspondencia donde los patrones del cosmos se manifiestan también en lo humano y natural, comprender uno permite entender el otro.
Pese a las grandes oportunidades, así como los avances que logró en el campo científico como los procesos de sublimación, precipitación, calcinación, coloración de metales y destilación, las dos supremas ambiciones de la alquimia de la Edad Media y del Renacimiento eran la transmutación de metales en oro y la creación de la piedra filosofal, que supuestamente confería inmortalidad y poder ilimitado. Poder y riquezas, dos fines mundanos para un proceso místico. ¿Qué tanto ha cambiado hasta ahora?
Robert Mckee, el gurú del guionismo, se unió a Tom Gerace, un gran experto del marketing digital, y en 2018 publicaron el libro Storynomics, donde establecen que hoy en día las historias sirven más para vender que para transmitir el anhelo de contar algo íntimo. Así, propone dos términos para definir el estado actual de las producciones audiovisuales, aunque también aplica a para la literatura escrita
He aquí la alquimia. Para Mckee, se están produciendo dos fenómenos que modifican los procesos de creación y recepción de historias. De entrada “Storyficar”, que alude a transformar datos en historias; por otro lado, “Storynomics”, historias que producen resultados fiscales, es decir que venden. Vivimos tiempos donde el algoritmo y las métricas rigen el comportamiento en redes, así como el discurso público. Por ello, plataformas como Netflix cuentan con datos que dictan los aspectos para hacer una serie o película exitosa en términos económicos. Vamos, se storyfica al ver los temas de moda, al crear personajes, y contenido, que siga las tendencias, que mantengan el discurso y refuerce las opiniones de los usuarios; y crea storynomics, productos desechables, intrascendentes, diseñados para consumirse y mantenerse en la plataforma. Poco importa si la historia reproduce estereotipos, dinámicas amorosas cuestionables, o, al contrario, banaliza discursos e identidades, así como forzar la inclusión en lugar de reflexionar en torno a ella.
De esta forma se presenta una crisis de las historias y la creatividad. Frente a productos como Marvel, seguros y ultraprocesados, que responden a un pensamiento algorítmico, a los creadores les resulta mucho más complicado llevar a cabo historias personales, profundas y complejas, en cambio, se vuelven meros gerentes de un proyecto que debe recuperar su inversión. Y esto no sólo se presenta en el campo del cine y las series, también se presenta en el literario, donde si tu libro no cuenta con un checklist de aspectos, cada vez es más probable que los editores te rechacen.
Al final, una historia como la de La montaña Sagrada no podría realizarse bajo un esquema que prepondera lo comercial, lo que reditúa, pues Jodorowsky aposto por su visión personal, y respetando al espectador al no darle un producto digerido. Esta dinámica también impacta a los receptores, quienes son tratados como seres simples incapaces de entender estructuras sofisticadas y complejas. Pese a que todavía hoy se pueden encontrar historias personales, la tendencia es poco alentadora, triunfando la alquimia banal de transformar en oro todo aquello que les cae en las manos, sin recordar que lo principal es el cambio personal, interno, pues, en un mundo donde quieren que todo valga como oro, la mejor opción es ser excremento.