Cada día salimos al mundo con una tarea en las manos. Hay quienes levantan muros, quienes los pintan, quienes los cruzan. Otros sólo los miran y aprenden a imaginar lo que hay detrás. Migrar, en el fondo, es eso: un gesto cotidiano. Migramos del sueño al cuerpo, del deseo a la costumbre, del silencio a la palabra. No siempre se trata de abandonar un territorio, a veces basta con moverse un poco dentro de uno mismo para sentir que algo se transforma.
Cada quien carga su propio mapa: el del trabajo que nos espera, la casa que dejamos encendida, la ciudad que nos habita aunque ya no estemos en ella. El movimiento es la única certeza. En cada desplazamiento hay una forma de preguntarse quiénes somos y hacia dónde va lo que amamos. Migrar es, también, mirar distinto: aprender a leer los rostros del camino, los sonidos que antes no oíamos, la luz que se filtra entre los días.
El cine, como la vida, se alimenta de esa deriva. En la cámara se condensan todos los viajes posibles: los que hicimos y los que soñamos. La lente observa lo que la memoria tiende a olvidar: un tren que pasa, un cerro que vigila, una historia que se repite. Mirar es una forma de regresar. Filmar, quizás, es la más lúcida de las migraciones: moverse sin moverse, encontrarle destino a lo que parecía perdido.
En Máquina 30-30, el documental de Tulio Cortez, ese regreso adopta el pulso de Zacatecas. El sonido del tren, los cerros que rodean la ciudad, las vidas que transitan sin detenerse: todo converge en una búsqueda. Tulio filma desde la distancia y el afecto, como quien vuelve para reconocerse. Su mirada viaja entre los que parten y los que se quedan, entre los que cruzan fronteras y los que observan desde la altura. La migración se multiplica: no es sólo la de los cuerpos, también la de las ideas, la del arte, la del deseo de permanecer aunque todo cambie.
A través del lente, el cineasta recompone su origen. Cada imagen es una manera de volver a tocar la tierra, de escuchar otra vez el tren que atraviesa la ciudad como una respiración. Porque mirar, como migrar, es un acto de fe: dejarse mover por lo que nos mira de regreso.
Queridas lectoras y estimados lectores, les invitamos a migrar a través de los ojos de Tulio, a votar también por el documental de este talentoso joven zacatecano y, sobre todo, a no olvidar que, con todo y el movimiento que tengamos día a día, juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero